Durante mucho tiempo yo defendía (y me lo justificaba a mí mismo cada día) tener un “saludable sentido de la indignación personal”.
Bueno, estaría bien si nos referimos a temas como la crueldad animal o la baja sensibilidad medioambiental, pero reconozco que era una intensa obsesión por tomarme personalmente los desaires habituales que todos vivimos.
Algunos comportamientos casi me obsesionaban… y me hacían estar enfadado la mayor parte del tiempo. Esto absorbe tu energía como una aspiradora succionando en un rincón atestado de polvo.
Todos sabemos que hay gente que cambian de carril o salen de una rotonda sin usar el intermitente, o aquellos que se cuelan hábilmente en la fila para embarcar en un avión. Los que circulan en bicicleta o patinete eléctrico a 50Km/h por zonas peatonales o aceras, o las que se paran a hablar de la película bloqueando la salida del resto del personal.
Son groseras, despistadas o maleducadas. Pero esas personas no han lanzado una venganza contra ti, específicamente.
Una personalidad saludable puede discriminar entre aquellos que son socialmente inadaptados y aquellos que son singularmente maliciosos.
Alguien que se salta una cola de 20 personas es un caradura poco ético, pero está tratando a todo el mundo con el mismo desprecio. Alguien que intenta quitarte la cartera es un ladrón, además de un ser malicioso.
Tienes que valorar la intención de la otra persona. ¿Esa acción que te está enfadando está siendo ejecutada específicamente con la intención de dañarte a ti, o simplemente eres uno más en una acción públicamente inapropiada?
Alguien que se pone a hablar por teléfono durante una representación de teatro es estúpido y egoísta, y arruina la experiencia de los demás. Pero alguien cuyos niños no paran de llorar en un avión, preferiría que se comportaran bien y probablemente cada acción para corregir la situación es agotadora.
Pregúntate cuál es el motivo más probable de la otra persona. ¿Es realmente algo personal contra ti?
La intención es especialmente importante en las relaciones. Si tu pareja o tu cita critica el restaurante, o sugiere que tienes que lavar el coche, o no pone el tapón en el tubo de pasta de dientes, ¿es una acción motivada por el deseo de herirte o de sacarte de tus casillas? ¿O es una solicitud legítima, o algo inesperado o fuera de lugar, o ninguna de las anteriores?
Solemos tender a conectar los comportamientos o comentarios incómodos con ataques personales incluso cuando, la mayoría de las veces, no existe tal motivo aparente.
Aquí me permito incluir unos consejos para arrojar agua sobre las brasas ardientes de la indignación encendida:
- Pregúntate siempre cuál es el motivo del comportamiento y si tú eres su objetivo específico. Esto es especialmente esencial en las relaciones interpersonales.
- Únete a un grupo si sientes que la causa es justa y está representada por personas con cabeza. Está guay organizar un grupo de presión para la reforma de impuestos, pero es suicida evadir impuestos individualmente, y es simplemente ridículo argumentar que la Constitución realmente dice que “el sistema tributario no debe ser confiscatorio”.
- Evalúa el daño real provocado. La persona que se salta la fila del avión no va a ocupar tu asiento o te va a impedir que cojas el vuelo. El conductor que no ha usado el intermitente no va a arruinar tu viaje… a no ser que te embarques en una carrera sin sentido y lo sigas hasta después de haber pasado tu salida hace un buen rato.
- ¡Olvídalo! Hacer lo contrario no te lleva a ninguna parte. ¿Quieres gastar tu tiempo y tu energía convirtiéndote en el policía de la corrección ciudadana? ¿O es que quieres que tu familia (o tus compañeros o amigos) te vean constantemente enfadado? A no ser que quieras perseguir a un mosquito hasta su casa para destruir sus orígenes, deja de obsesionarte.
Y si todavía quieres seguir con esa actitud, nada de lo que diga ya va a serte de ayuda y probablemente ya estás de nuevo enfadado.
Demasiado a menudo nos dejamos impactar e influir por lo que nos ha ocurrido recientemente. Si se trata de indignación, nos convertimos en acumuladores de mala uva y tenderemos a explotar o actuar precipitadamente. Eso significa que el zoquete que te molestó provocará una reacción intempestiva con tu familia, o que el colega desconsiderado que interrumpió tu presentación en una reunión generará una pelea con otro colega más tarde.
Echa agua fría (apágate tú mismo) cuando sientas que te surge la rabia de la vida y corras el riesgo de provocar una respuesta desproporcionada frente a vicisitudes simplemente inevitables.
¿Podrás aceptarlo sin enfadarte?