Por José María Garrido

0 Comentarios


¿Te gusta lo que hago? ¡Plantéate invitarme a un café! ☕️

A lo largo de toda la historia han existido mujeres que eran llamadas para llorar en los entierros: las plañideras. La palabra deriva de plañir, o lo que es lo mismo, gemir, sollozar o llorar.

Es una de las prácticas funerarias más antiguas, en las que la “llorona” se convierte en una especie de actriz trágica, una profesional cuyo origen y evolución se puede rastrear desde los tiempos más remotos. Era la manera de dejar constancia pública tanto del dolor de los familiares del difunto, como de su estatus social, puesto que requerían una remuneración que muchas veces los deudos no podían pagar.

Recuerdo cuando era niño, en mi pueblo, mucho antes de la existencia de los tanatorios, cuando el difunto era velado en su propia casa, que solías encontrar casi siempre a las mismas mujeres (además de los familiares del finado, por supuesto). Supongo que no eran profesionales, aunque seguramente se llevarían algún tipo de aguinaldo.

El duelo es una universal muestra pública de perdida. La tradición judía del “shivá” llega hasta los siete días para familiares y amigos. El duelo islámico puede alargarse a más de 4 meses lunares. Y en el ahora ilegal (afortunadamente) ritual hindú del “sati” se esperaba que la viuda se arrojara sobre la pira funeraria de su esposo.

En nuestra sociedad las cosas han cambiado mucho. Antes era casi obligatorio usar el negro, como color de la ropa, la corbata o cintas y crespones para anunciar públicamente que estábamos de luto. Era un gesto público y una participación o acompañamiento. La gente se descubría la cabeza o se inclinaban cuando pasaba una procesión fúnebre. (Hoy hacemos la procesión en coche y los semáforos siguen funcionando para que los fallecidos no detengan el tráfico).

Por otro lado, el dolor es muy personal. Aunque a veces se exprese como llanto, eso no es realmente un gesto público de duelo (aunque las plañideras lo llevaban incluido en la representación), sino una respuesta personal no controlada (y por eso en ocasiones genera esfuerzos para evitarlo).

Pero, ¿estoy pretendiendo deprimirte deliberadamente? ¡No! Simplemente estoy tratando de señalar que, así como el dolor es inevitable pero el sufrimiento es voluntario (ya hablamos de ello en este Café de los Lunes), la tristeza y la tragedia a menudo oscilan desde un dolor terriblemente solitario hasta un luto más público. Hoy en día la gente usa las redes sociales para compartir pérdidas de familiares, amigos, mascotas… e incluso trabajos. Y así reciben a cambio la conmiseración (una especie de “estela virtual”) de amigos y seguidores.

Porque lo cierto es que el duelo público y el acompañamiento al mismo que cada uno podemos prestar pone las cosas en perspectiva y limita las posibilidades de que el dolor alcance mayores repercusiones de las que debería. Es como si tendiera a disuadir a quien lo sufre de una autolesión (física o mental). Y por eso seguimos visitando, acompañando y/o ayudando.

Hace un par de semanas, uno de mis mejores amigos de la infancia perdió, de repente y sin previo aviso, a su hermano mayor. Y de ahí el contenido de este “café” de hoy.

Una vez pensé que estábamos prolongando el dolor a través de estos rituales, pero ya no lo creo. Estamos comprometidos con el duelo para reconocer respetuosamente nuestra aflicción, pero también para darnos a nosotros mismos, con la ayuda de los demás, el poder de seguir adelante, para así limitar la congoja y eliminar el sufrimiento cuanto antes.

Uno no debe ser ni un doliente perpetuo ni un afligido. Adoptamos nuevas mascotas, construimos nuevas casas, cambiamos de carrera o nos volvemos a emparejar.

Aunque algunas pérdidas, como la de mi amigo, son insustituibles.

Pero así es la vida.

 

“No sabes lo fuerte que eres hasta que ser fuerte es la única opción que tienes.” – Bob Marley.

“Las cinco etapas (negación, enojo, negociación, depresión y aceptación) son parte del marco que constituye nuestro aprendizaje para poder vivir con la pérdida que tuvimos. Son herramientas para ayudarnos a enmarcar e identificar lo que podemos sentir. Pero no son paradas en una línea del tiempo del dolor.” – Elisabeth Kubler-Ross.

“Llorar es hacer menos profundo el duelo.” – William Shakespeare.

José María Garrido es profesional agroalimentario, consultor y docente. Después de trabajar 24 años como directivo, en la actualidad ayuda al empresario a aumentar el rendimiento consistente de su organización. Leer más...

{"email":"Email address invalid","url":"Website address invalid","required":"Required field missing"}
>