Por José María Garrido

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Nací en 1961, y ya desde mis tiempos universitarios soy consciente de pertenecer a una generación (los baby-boomers) compuesta por “mucha gente”. Entonces, a la hora de buscar trabajo; hoy, en el supuesto momento de afrontar la jubilación ante una hucha de las pensiones inviable.

Aunque los primeros pasos que se dieron en España para implantar un seguro de vejez datan de 1919 y que en 1938 aparecen en el Fuero del Trabajo franquista, es a partir de 1977 cuando se realizó la modernización de la Seguridad Social, que ha ido sufriendo sucesivas reformas desde entonces.

Haciendo unos números gruesos que no pretenden ser exhaustivos, en los inicios del sistema (años 40) había aproximadamente 14 trabajadores aportando dinero al sistema por cada persona beneficiándose del mismo. La edad de jubilación eran los 65 años, más o menos la misma que hoy, 80 años más tarde, si bien la esperanza de vida entonces rondaba los 68 años y hoy, de media, se sitúa en los 85.

Además, a día de hoy hay solamente 2,5 trabajadores contribuyendo al sistema por cada persona jubilada.

En resumen, hemos pasado de 14 personas contribuyendo para una jubilación de 3 años, a menos de 3 personas para pagar una pensión de 20 años de duración. Las matemáticas son tercas, y el sistema no se sostiene. Es como si dijéramos que, teniendo un avión que puede llevar 300 pasajeros durante 4 horas, no hay razón para pensar que no pueda llevar 1.200 personas durante 8 horas. No es posible. Punto.

Además, el concepto original de la seguridad social consistía en ofrecer beneficios adicionales a los ahorros personales, los planes de pensiones, el apoyo de una familia amplia, etc., y no sustentar todo un «estilo de vida» (menos todavía, tan exigente como el actual).

Sin embargo, la mayoría de los baby boomers tenemos hoy un promedio de menos de 100.000 € en planes de pensiones, ya no disponemos de familias extensas capaces o dispuestas a ayudar, y nos hemos centrado en gastar, no en ahorrar.

La respuesta a este dilema no es tratar de mejorar la financiación de la seguridad social ni cambiar las reglas básicas de las matemáticas y reemplazarlas con algún «algoritmo utópico» que haga desaparecer todo esto. (A la última reforma electoralista del ministro Escrivá y a su demagogia dialéctica, que él es el primero en no creerse, no le dedico más que esta línea entre paréntesis).

No, no se trata de «parches», que todavía animan más a «entrar en la caja» lo antes posible para «cobrar lo mío» antes de que se llene de telarañas.

La respuesta es comprender que la «jubilación» es un artificio estúpido, y que las personas no sólo podemos, sino que debemos contribuir a la sociedad de manera continua a lo largo de la mayor parte posible de nuestra vida para nuestra propia realización personal y nuestro mantenimiento, a excepción de situaciones trágicas como accidente, enfermedad o desastre natural, por supuesto.

Pero es absolutamente cierto que las presiones culturales y normativas actuales tienden a degradar la imagen y las capacidades de las personas mayores de una cierta edad y, por lo tanto, esas personas de repente comienzan a creerse lo que se les dice, en lugar de atenerse a sus propias experiencias.

En nuestros días se profesa el amor por la inclusión de todo tipo, pero que no es otra cosa que una filosofía de lo políticamente correcto para abrazar las diferencias étnicas, de color de piel, origen, discapacidades e identidades sexuales. Y sin embargo, lo que realmente transpira todo esto es que nos estamos convirtiendo en una sociedad tribalizada.

En lugar de un crisol común y una sociedad en la que las personas busquen mantenerse en la corriente principal, nos hemos convertido en una sociedad fragmentada, con guiones preestablecidos para llevar identidades separadas en nuestros particulares viajes.

En esa línea, el envejecimiento, que los antiguos consideraban como el logro de la sabiduría y el razonamiento maduro, también sigue su propio guion de predeterminación, tribalización y posterior segregación.

Para empezar, las empresas rutinariamente eliminan a las personas de mayor edad (quienes, a lo largo de años de contribución leal han conseguido determinados niveles salariales) para sustituirlos por personas jóvenes a los que se les paga una fracción del salario anterior a cambio de perder sabiduría y experiencia. En la banca, en la educación, en la salud, en los negocios o, por supuesto, en el funcionariado; trabajos en los que no se necesitan proezas físicas, sino inteligencia, juicio y pensamiento crítico.

Porque, por cierto, seguir manteniendo esa patraña de «dejar espacio a los jóvenes para que puedan trabajar» es no enterarse de cómo marcha la demográfica de las últimas décadas o de cómo dependemos de la inmigración para cubrir una cada vez mayor cantidad de trabajos. No hay más que mirar alrededor…

Hay profesiones en las que la “jubilación” llega en edades insanamente jóvenes, como bomberos, policías o miembros del ejército. No entiendo cómo no se posibilita el que, habiendo dedicado 25 ó 30 años a servir a la comunidad en misiones ciertamente peligrosas y habiendo desarrollado unas habilidades de alto valor, llegados a los 50 no puedan iniciar una segunda carrera que les permita seguir en activo aportando ese valor atesorado.

En cualquier caso, a partir de ahí, se crean “rutas especiales” sesgadas en forma de préstamos con más papeleo, seguros con altos requisitos, cruceros con edad mínima “libres de niños”, viajes del IMSERSO, etc.

Lo siento: hay un trasfondo degradante y ofensivo en un «descuento para personas mayores» e incluso en la palabra «senior».

Lo que me resulta difícil de entender es por qué la gente (incluido mi círculo más cercano) se retira en sus cincuenta o primeros sesenta para, a partir de ahí, no hacer, virtualmente, nada. ¿Cuántos jardines puedes cuidar? ¿Cuánta paz y tranquilidad necesitas? ¿Cuánto tiempo vas a dedicar a jugar con los nietos? ¿Cuántos de esos malditos buffets indigestos en hoteles low cost puedes soportar? ¡Ah, ya! La solución es “pasar largas temporadas en Benidorm” donde hace buen tiempo y hay playa (¡??!)

Ya me van rodeando cada vez más personas deseando/activando la jubilación y aceptando sus pensiones, seguridad social y planes de jubilación para, ansiosamente… no hacer prácticamente nada con un mínimo Propósito. Como dice un amigo que lleva unos meses en esa situación, “para las 10 de la mañana ya tengo la tarea hecha”. Y, salvo desgracia que nadie desea, ¡todavía tiene por delante un mínimo de 20 años, o más!

Salvo en algunos oficios especialmente duros físicamente, trabajar más tiempo genera más satisfacción personal e incluso ayuda a vivir más (estudio del Employee Benefit Research Institute aparecido en el Chicago Tribune el 8 de julio de 2017). No hay límite para retener y hacer crecer tus capacidades con la edad; tampoco cuando “envejeces”, sino simplemente a medida que el tiempo pasa, como ocurre durante TODA la vida.

Hablamos de “llegar a los 50” o “aproximarse a los 60” como si estuviéramos navegando entre Mallorca y Menorca. No sé tú, pero yo, cuando miro atrás, me da un poco de grima recordar cómo pensaba y lo que hacía a mis veintes, o lo inmaduro que era a los treintas (“Eres un maría”, me decía mi jefe…). Pero conseguí mi ritmo a los cuarenta y hoy me siento en el tope de mis capacidades, en mis primeros sesenta. TOP OF THE GAME! (aunque, eso sí, cada día me sorprendo de lo estúpido que era hace un par de semanas).

Si bien podría decirse que los que nos sentimos así tenemos «buenos genes», o recursos potentes, o simplemente una vida afortunada, creo que es principalmente el hecho de negarse a rendir tus capacidades o resistirse a la presión circundante de convertirte en una estadística o un estereotipo.

Porque «jubilación» significa literalmente «retirada a un lugar de reclusión».

¿Jubilación? ¡No, gracias! Prefiero seguir levantándome cada mañana con la motivación de seguir creciendo, aportando y viviendo.

 

«No dejamos de jugar porque envejecemos; envejecemos porque dejamos de jugar» – George Bernard Shaw.

«Los músicos no se retiran; simplemente se quedan sin música» – Louis Amstrong.

«Mis amigos son Peter Gabriel o Bruce Springsteen, y cantamos sobre la mortalidad haciéndonos mayores. Son tiempos interesantes.» – Sting.

José María Garrido es profesional agroalimentario, consultor y docente. Después de trabajar 24 años como directivo, en la actualidad ayuda al empresario a aumentar el rendimiento consistente de su organización. Leer más...

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