Creemos que las paredes de nuestra oficina siguen siendo blancas.
Pero en realidad, van tomando un tono amarillo sin que nos demos cuenta.
Pasamos días, semanas y meses centrados en lo nuestro, viendo la realidad desde nuestro único y exclusivo punto de vista.
Si no abrimos la ventana de vez en cuando para que entre un soplo de aire fresco, podemos tomar decisiones de las que nos podemos arrepentir, y que incluso sean irreversibles.
¿Cuánto hace que no charlas sobre tu empresa con alguien de confianza?
¿Has sentido alguna vez el síndrome de la pared amarilla?
Venga, anímate y lo hablamos en los comentarios.