Hay una gran cantidad de directivos en la vida empresarial que son muy buenos en hacer una sola pregunta: “¿Cuánto cuesta?” Pero están haciendo una pregunta equivocada. Lo que deberían preguntarse es: “¿Cuál es el retorno de esta inversión?”
Las oportunidades llegan regularmente, y la pregunta clave es “qué van a hacer por ti”, no “cuánto cuestan”. Habrá oportunidades educativas, invitaciones de clientes, crisis competitivas, descubrimientos tecnológicos, cambios sociales y otros sucesos imprevistos que pueden constituir una gran ventaja. ¿Estás preparado para evaluarlos en cuanto al retorno de la inversión? ¿Estás preparado para separar las apuestas arriesgadas del riesgo prudente?
El riesgo prudente tiene las siguientes características:
Se puede lograr una ganancia demostrable y medible si la iniciativa funciona según lo planeado.
Existe experiencia, conocimientos y precedentes que sugieren que la oportunidad puede ser exitosa si se gestiona bien.
La «desventaja» no es fatal. Es decir, el control de daños es posible y la pérdida puede sostenerse y eventualmente compensarse.
No hay peligro para la seguridad, la imagen, la calidad del producto u otros factores inquebrantables.
Tú controlas las variables. No hay ningún factor externo importante que esté fuera de tu control (o al menos, con una fuerte influencia).
Tienes el apoyo de tus superiores; es decir, la iniciativa no es un secreto y no habrá sorpresas desagradables incluso en caso de fracaso.
Te apasiona la probabilidad de éxito y puedes conseguir exactamente el apoyo que consideres necesario.
Si las condiciones anteriores aplican, tienes lo necesario para un riesgo prudente, no para apostar todo a lo loco. En otras palabras, hablando de póker, ya tienes un trío y no estás intentando completar una escalera.