Cuando trabajaba en Florette me dijeron que “a un jefe francés nunca se le debe llevar la contraria en público”. Efectivamente, y aun dependiendo de la cultura de la empresa, contradecir a un jefe en público normalmente no suele ser una buena idea. Pero eso no quiere decir que te lo tengas que tragar todo y que te vuelvas mudo a pesar de no estar de acuerdo con él.
Decirle a su jefe que estás en desacuerdo con él puede parecer arriesgado pero, cuando se hace bien, puede aumentar la confianza entre ambos y no la tensión. La clave está en abordar el desacuerdo de manera inteligente, con claridad y cuidado (además de, como decía antes, hacerlo en privado).
Aquí te doy pautas sobre cómo tener una conversación productiva, no un enfrentamiento incómodo.
Plantéate la revisión del desacuerdo como una contribución. El silencio puede hacerte sentir más seguridad, menos riesgo, pero puede conducir a un tiempo perdido y a malos resultados. Hablar demuestra compromiso con los objetivos y aporta señales de que estás pensando estratégicamente.
Sé consciente de tu influencia y utilízala sabiamente. Antes de empezar a plantear disconformidad, valora tu credibilidad, el momento, la importancia y la urgencia del problema. Si no es el momento adecuado, espera. Una conversación uno-a-uno en un lugar tranquilo siempre es mejor que ejecutar sin previo aviso una emboscada en un pasillo.
Diseña tu enfoque. Adáptate al estilo y a las prioridades de tu jefe. Enmarca la disconformidad en torno a lo que a él le importa (los resultados, la motivación, la eficiencia…) y condúcete con buenas preguntas que generen curiosidad, del tipo: “¿Estarías abierto a analizar otra perspectiva?”
Ofrece soluciones, no sólo críticas. Esto es lo que habitualmente más les gusta a los jefes y empresarios. Cuando sea posible, propón un compromiso o una ruta alternativa. Si se resiste, aclara tu intención: “Estoy proponiendo esto para ayudar al éxito del proyecto”.
Y a partir de ahí, si es necesario déjalo estar, porque no habrá mucho más que hacer.