La cultura de la empresa no se construye a través de carteles de Valores por las paredes ni con vídeos sobre empleados en las redes sociales. La cultura se moldea a partir de lo que hacen los directivos, especialmente cuando exige dificultad y dureza.
Si quieres que la cultura se implante de manera efectiva, cambia tu enfoque de la mensajería al comportamiento.
Empieza con cómo funciona realmente tu estructura de mando. No pretendas comunicar nuevos valores hasta que vuestros hábitos de liderazgo los reflejen. Pregúntate: ¿Dónde se producen decisiones opacas? ¿Dónde se destruye la confianza? Ocúpate primero del comportamiento de quienes ejercen el mando.
Haz que los valores te cuesten algo. No es suficiente con hablar de integridad o de inclusión: necesitas cambiar los incentivos, renunciar al control o dejar ir a personas de alto rendimiento que no se alinean con lo que estás buscando. Los empleados también juzgan los valores por lo que los líderes sacrifican para defenderlos.
Ábrete a la información incómoda y actúa en consecuencia. El silencio no es un buen negocio. Si las personas no hablan, probablemente sea porque no se sienten seguras ni escuchadas. Genera confianza respondiendo de manera visible y constructiva a las preguntas difíciles.
No plantees nuevos beneficios antes de corregir los problemas. No ofrezcas días de desintoxicación digital si la gente recibe notificaciones y solicitudes a medianoche. Céntrate en la claridad de las responsabilidades, las normas de carga de trabajo y en un ejercicio del mando limpio y consistente. Elimina la fricción antes de plantear beneficios.
Lidera con el ejemplo desde arriba. Los mandos intermedios no pueden impulsar el cambio cultural si los directivos no lo viven. La cultura no es una tarea aguas abajo: comienza contigo.

