Cada vez que estés delante de gente, no importa si es para algo formal o informal, tu público aprenderá dos cosas, y no necesariamente por este orden: la primera, el contenido que quieres transmitir; la segunda, tu competencia para hacerlo. Por tanto, el “cómo” presentes algo es casi tan importante como el “qué” presentas.
Los oyentes tienden a juzgar la sinceridad, el apoyo, el entusiasmo y el compromiso del orador con información no verbal. En otras palabras, al margen de lo que estés diciendo, tus comportamientos serán más fuertes. Trata cada una de tus apariciones “públicas”, incluso en pequeñas reuniones internas, como una oportunidad de demostrar tu vocación de ayuda, tu confianza en tus habilidades y el control del contenido.
Vamos a ir viendo las claves de una preparación cuidadosa, empezando por comprender a tu audiencia.
Debes orientar tu contenido a la naturaleza del grupo. Si son subordinados, aceptarán muchas cosas de ti sin mayores reservas, pero si son superiores, puede que tengas que convencerles con hechos y cifras.
El nivel educativo de la audiencia te indicará qué tipo de lenguaje es apropiado. Si hablas para un grupo internacional, da igual si es en su territorio o en el tuyo, no utilices frases hechas o anécdotas propias de españoles. Es posible que las personas de la fábrica no entiendan los conceptos y acrónimos de las oficinas centrales, y es posible que las personas relativamente nuevas no se identifiquen con la historia de la empresa o con las anécdotas de las “batallas”.
Debes identificar cuidadosamente a quién te vas a dirigir y, si tienes que transmitir el mismo mensaje a grupos muy diversos en distintos entornos, ajusta tu presentación para que sea relevante para cada grupo y entorno.
En el próximo episodio de las #ReflexionesMañaneras entraremos a fondo en la organización del contenido.