Ser un directivo humilde es más que una virtud personal.
Porque ayuda a fomentar el trabajo en equipo, genera confianza y mejora el bienestar de los empleados.
También es una forma muy eficaz de desbloquear el potencial de liderazgo de las personas de tu equipo.
Al plantear la humildad como una fortaleza puedes ayudar a crecer a tus empleados y liberar su capacidad innovadora.
Aquí tienes algunas ideas sobre por dónde empezar.
Desarrolla tu autoconciencia. Todo comienza con la reflexión. ¿Invitas a que se hagan comentarios o simplemente los toleras? ¿Destacas los éxitos de tu equipo o te atribuyes el crédito? Pequeñas acciones, como admitir errores y expresar gratitud, dan forma a cómo tu equipo percibe tu liderazgo y su propio potencial.
Construye una cultura de humildad. ¿Cómo? Fomenta el diálogo abierto donde las ideas fluyan libremente. Reconoce y recompensa a los managers humildes a través de programas de tutoría o premios internos, reforzando la idea de que el liderazgo va de colaboración y desinterés, no de dominio.
Mantente en guardia contra la tergiversación. Las salvaguardas son esenciales para evitar que la humildad se convierta en arrogancia o en interés propio. La retroalimentación regular, como las evaluaciones de 360 grados, hacen que todos sean responsables, asegurando que se mantienen con los pies en el suelo y siendo conscientes de sus comportamientos.
Impulsa el concepto de humildad como una fortaleza. Enfatiza y reconoce a otros líderes y empleados que muestren humildad y potencia la idea de que se trata de un rasgo esencial que contribuye al éxito de la organización en su conjunto.