A partir de la autoconsciencia de sí mismo, el Ser Humano tiene dos características fascinantes. La primera, su necesidad de progresar a medida que va pasando la vida; la segunda, su vocación para la “transformación del entorno” como camino para la autorrealización.
El progreso personal podría plasmarse en un esquema con cuatro etapas vitales: 1.- Supervivencia; 2.- Seguridad; 3.- Estabilidad; 4.- Prosperidad. Sin duda, el dinero es un elemento básico de ese progreso, que hoy en día lo obtenemos principalmente como “recompensa” por nuestra mayor o menor capacidad de “transformar el entorno”, aportando un valor (mayor o menor) alineado con las necesidades de otros: clientes, usuarios, empleadores, sociedad, etc. Es lo que llamamos “trabajo remunerado”.
Es muy difícil pensar en otros aspectos de la vida si no disponemos del sustento económico que nos permita cubrir nuestras necesidades básicas pero, una vez conseguido, el dinero pasa a ser un medio necesario para cubrir otras muchas necesidades que van más allá de lo meramente pecuniario. De ahí la frase “el dinero no da la felicidad… aunque ayuda”. Y es aquí donde la mentalidad con la que afrontemos nuestra posición en la vida es de suma importancia para el crecimiento personal y profesional.
Simplificando conceptos, podemos decir que las personas nos colocamos a lo largo de un continuo entre dos extremos: la “mentalidad de la escasez” en un extremo, y la “mentalidad de la abundancia” en el otro (hablamos de mentalidad, no de dinero o de algo material). Como digo, las cosas no son “blanco o negro”, “A ó B”, sino que solemos posicionarnos más cerca o más alejados de cada extremo, siendo además una posición relativa cambiante, dependiendo de las circunstancias, las situaciones y, sobre todo, nuestra consciencia y ganas de progresar.
“Mentalidad de la escasez” significa posicionarse por defecto en lo negativo y estar fuertemente conectado con la idea de que, en las negociaciones y en los conflictos, “yo gano si tú pierdes” (trumpismo puro, vaya). Lo relevante es la supervivencia (del más fuerte), no tanto la felicidad. Son personas que siempre están quejándose; ponen el foco en las necesidades no cubiertas, viven en un continuo estado de miedo y señalan a los demás como causantes de sus desdichas. Sufren el “síndrome del impostor” (pensamientos limitantes). Básicamente miran al mundo con pesimismo.
Por el contrario, la “mentalidad de la abundancia” se basa en la idea de que existen recursos para todos nosotros, enfoca las relaciones y la resolución de conflictos como un “win-win” (las dos partes mejoran), se posiciona en una situación de bienestar y manifiesta gratitud por lo que uno tiene y disfruta. Celebran los éxitos de los demás, son generosos y viven en el presente, no en el pasado. Miran al mundo con optimismo.
En el fondo, no hablamos de “riquezas objetivas”, sino de conversaciones internas y de la búsqueda de una vida más satisfactoria. Nuestras creencias dirigen nuestras actitudes, y nuestras actitudes determinan nuestros comportamientos. Si queremos cambiar nuestras posiciones (comportamientos) tendremos que evolucionar hacia creencias positivas.
Se trata de desear y “abrazar” el cambio, de ser más curiosos, de asumir riesgos prudentes y de adaptar una nueva estrategia vital: ¿Me levanto cada día para arrastrarme dura y penosamente a través de territorio enemigo, o para aprovechar las oportunidades que se me presentan?
La “mentalidad de la escasez” genera estrés y deriva hacia la depresión y el aislamiento. Nos hace pensar que para sobrevivir tenemos que pelear y negar a los demás.
En el otro extremo, reconocemos que el cambio es inevitable, vivimos en el presente y disfrutamos y mostramos gratitud por las cosas cotidianas. Estamos aquí para compartir porque la generosidad (en tiempo, en conocimiento, en recursos) sin esperar nada a cambio es un signo de “abundancia”. Tratamos de rodearnos de influencias positivas. Dejamos de tener miedo y nos responsabilizamos de nuestros objetivos para mejorar, en lugar de centrarnos en deseos no cumplidos. Trabajamos por resolver las causas de los problemas en lugar de sólo los síntomas. Y dejamos de creer que el dinero es la auténtica riqueza, sino que es un medio para disponer de más tiempo y de oportunidades de felicidad.
Es cuestión de creencias, de elección auto-consciente y de coherencia.
Yo estoy en ello. Por eso escribo cada semana este Café de los Lunes, entre otras cosas.
“Señor, concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar, valor para cambiar lo que sí soy capaz, y sabiduría para discernir la diferencia.” – Plegaria de la Serenidad.
“Siempre habrá una casa más grande, un coche más lujoso y un barco con más metros.” – Alan Weiss.
“Siempre puedo ganar un euro más, pero no puedo ganar un minuto más. Vive el momento.” – Una filosofía de vida.