Tu estrategia no puede abordar “todo” a la vez.
Para crear valor duradero, las organizaciones exitosas hacen concesiones difíciles, se centran en unas pocas necesidades selectas de los clientes y eligen cuidadosamente dónde actuar y, sobre todo, dónde no.
He aquí cómo.
Anclarse en prioridades duraderas. Reúnete con tu Equipo de Dirección y escribe, colectivamente, cuáles creéis que serán las necesidades duraderas de vuestros clientes los próximos 8-10 años. Después, priorizad cuál de esas necesidades vais a intentar satisfacer.
Hacer que la estrategia sea accesible. Escribe una narrativa de dos páginas que describa tu estrategia en un lenguaje sencillo. Pruébala con tus empleados y luego ten en cuenta sus comentarios.
Comunicarse continuamente. Cada empleado debería conocer tus tres prioridades estratégicas. Pon en marcha sesiones mensuales donde los equipos compartan su interpretación de la estrategia y cómo se está implantando. Pide a tus empleados que tracen una línea entre su trabajo diario y las prioridades estratégicas de la empresa. Observa dónde tienen dificultades y concéntrate en mejorar la estrategia y la comunicación en esas “zonas”.
Redacta declaraciones de “esto por encima de aquello”. Cada declaración debe explicar cómo tu estrategia prioriza unas cosas sobre otras. Si estas declaraciones no provocan fuertes debates y generan opuestos defendibles, no tenemos una estrategia.
Pon a prueba la estrategia con un ejercicio de “intercambio con competidores”. Elimina el logotipo de tu empresa del documento de estrategia y reemplázalo por el de un competidor. Analiza con tu Equipo de Dirección si, con esa nueva visión, la estrategia todavía sigue teniendo sentido. Si es así, no estás diferenciándote suficientemente. Retrabaja hasta que tu estrategia sea totalmente tuya y no pueda ser la de la otra empresa.

