
Así que me sentí muy orgulloso cuando nuestro hijo decidió ir allí a realizar sus estudios universitarios con una beca de fútbol (su gran pasión) y de que hoy, cinco años después, y habiendo obtenido resultados brillantes tanto en lo académico como en lo deportivo, esté empezando a ganarse la vida en ese país con esfuerzo, ilusión y compromiso.
Ya desde su primer verano (en el que decidió no venir a casa para seguir jugando al fútbol) fue acogido por una familia que terminó siendo su referencia y su apoyo para todo lo que fue necesitando (la llamamos “su familia americana”) y con quienes, entre otras muchas, muchas cosas, ha ido viviendo año tras año la experiencia del Día de Acción de Gracias (“Thanksgiving Day”), que fue el pasado jueves.
Me contaban que este día tiene su origen en 1621, cuando un nativo americano llamado Squanto, que hablaba inglés porque había sido esclavizado, ayudó a unos colonos (protestantes que huían de la persecución en Europa) a plantar maíz. También les ayudó a aprender a pescar en tierras que habían sido de su tribu, los Patuxet, antes de que la viruela, importada también de Europa, los matara. Tuvieron una gran cosecha, por lo que, como agradecimiento y en algún momento entre septiembre y noviembre, los colonos celebraron una fiesta que duró tres días.
Abraham Lincoln lo proclamó festivo nacional en 1863, y en 1941 quedó establecido como el cuarto jueves de noviembre. Por todo ello, además de ser la reunión familiar por excelencia y de comer el consabido pavo, el “Thanksgiving” es una oportunidad para reflexionar y agradecer.
El conocer esta bonita historia ha hecho que yo también me detuviera brevemente este fin de semana y reflexionara sobre lo afortunado que soy. Y que, a pesar de los defectos, nosotros también vivimos en un país maravilloso llamado España.
De vez en cuando es conveniente despojarse de las malas noticias, los políticos pobres, los desastres naturales y las amenazas, de la misma forma que los árboles se desprenden de sus hojas en otoño. Se generan detritos, pero estamos sanos y podemos barrer el desorden.
Nos quejamos, somos cínicos, nos sentimos tratados injustamente en distintos momentos y en diversas circunstancias. Algunas personas rara vez son así y otras siempre son así. Intenta ser parte de los primeros, porque la alternativa no es una vida saludable en absoluto.
Y cuando os digo lo afortunado que soy, descubro que cuanto más trabajo, más suerte tengo.
Así que, como dicen los americanos y con un cierto retraso, Happy Thanksgiving!


