Seguramente ya sabes que deberías delegar más.
Pero el verdadero desafío es descubrir qué delegar.
Comienza con este proceso de cuatro pasos:
Registra tu tiempo sin juzgar. Divide una hoja de cálculo simple en bloques de 15 ó 30 minutos. Durante dos semanas, registra todo lo que haces: emails, reuniones, informes, conversaciones, etc. Actualiza el registro varias veces al día para evitar tener que confiar en tu memoria. No intentes mejorar tus hábitos todavía; simplemente captura lo que realmente estás haciendo.
Ordena tus tareas en cuatro categorías. Una vez que hayas recogido suficientes datos, agrupa las tareas en: (1) debería delegar (2) podría delegar (3) no debería delegar (4) eliminar o automatizar. Verás el trabajo que ya has superado y no te corresponde, el que has heredado de otros o el que no puede cuestionarse, junto a tareas que no deberías hacer en absoluto.
Construye un plan de delegación. Empieza con la lista “debería delegar”. Elije a alguien cuyas habilidades u objetivos se alinean con la tarea. Define expectativas, ofrece ayuda y orientación, y planifica la transferencia. Date tiempo: evita la tentación de volver atrás si las cosas no salen perfectas de inmediato.
Adapta tu tiempo. Después de un par de meses, revisa el registro original. Identifica el tiempo que has liberado y reutilízalo para un trabajo más estratégico y de mayor valor.

