Por José María Garrido

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Siempre me ha intrigado que personas que realizan el mismo esfuerzo u ocupación aporten respuestas completamente diferentes cuando se trata de ayudar a los demás.

No me refiero al mal día que todos tenemos en un momento dado, sino más bien a una especie de “coherencia conductual” de algunas personas, como si todos y cada uno de los días fueran un mal día para ellos.

Un recepcionista de hotel puede recibirte con un “Bienvenido al hotel. ¿En qué puedo ayudarle?” luciendo una espléndida sonrisa, mientras que otro brama exigente: “¡El siguiente!”. Un operador telefónico “avanza tres pueblos” y dice: “El médico no trabaja en esta clínica, pero he revisado las bases de datos y su consulta está en el hospital de Logroño”, mientras que otro dice: «No hay ningún médico con ese nombre” y corta la comunicación.

El otro día, esperando lo peor, llamé a una empresa de trabajos de reparación a domicilio para pedir un electricista que se ocupara de varios enchufes en mal estado. La señora que atendía el teléfono me dio a elegir el horario y me dijo que si su técnico no estaba en mi casa entre las 8:30 y las 10:30, como me había prometido, me harían el trabajo gratis y me darían un crédito de 50€ para futuras reparaciones. “¿Quién eres?”, le pregunté asombrado pensando que había llamado al Cielo por error. “Somos Inaman”, me dijo, “¡y tenemos la intención de darle un servicio excelente!”. Me tiré al suelo, histérico. ¡Estas personas están decididas a terminar con la mala reputación que tienen los gremios!

Entonces, la cuestión es: ¿por qué un empleado de una empresa de mensajería sonríe, dice “Hola” y se esfuerza por encontrar la mejor manera de enviar tu extraño paquete, mientras otro ordena: «Vete allí y rellena ese formulario; luego vuelve a la fila”?

Al final, creo que tiene menos que ver con el jefe, la familia, el medio ambiente, las hormonas, las redes sociales, el alineamiento de los astros, los ovnis o Bill Gates de lo que pensamos. Sospecho que, en realidad, se trata de la propia visión del mundo que tenemos cada uno.

Me temo que algunas personas son visceralmente cínicas, afectadas de estreñimiento crónico y con convicciones profundamente arraigadas de que la vida es, en realidad, una marcha lenta y pesarosa a través de territorio enemigo.

Puedes saber quiénes son porque tienen esa actitud tan pronto como aparecen, antes de que exista la posibilidad de que algo o alguien les haya afectado negativamente. Para ellas, el nuevo amanecer, el canto de los pájaros o los niños jugando a la pelota en la calle no son cosas de la naturaleza, signos de renovación y alegría o muestras de que todo esto merece la pena, sino más bien intrusiones y molestias que ponen en peligro sus propias defensas. Estos son los verdaderos misántropos, que sienten que sus trabajos serían mejores si no fuera por los clientes, que creen que ya tienen suficiente con soportarse a sí mismos como para, encima, atenderte de ti (aunque le paguen por ello), y que la vida sería más dulce si no hubiera tanta… bueno, vida.

Por otro lado, tenemos personas que creen que su despertar cada mañana, sin importar su condición, es mejor que la peor alternativa, y que creen que la existencia exige apoyo mutuo y civismo.

Esto no tiene nada que ver con la profesión sino con la perspectiva. Me he encontrado con enfermeras que eran antipáticas e innecesariamente crueles, y agentes de policía que eran sistemáticamente educados y respetuosos.

Creo que los malagueños tienen una idiosincrasia peculiar. Si un visitante se queja del clima, la persona local inmediatamente se disculpará y aceptará toda la responsabilidad por la falta de confiabilidad de la naturaleza. (De hecho, los malagueños suelen ser preventivos y se disculpan por el clima incluso antes de decir «Hola», suponiendo que tienes tanto derecho a la perfección climática en la Costa del Sol como a la arena de una playa). He pensado en este comportamiento y me he dado cuenta de que es eminentemente lógico: la disculpa no cuesta nada, y si nos hace sentir mejor a mí y a ellos, ¿por qué no?

Si sientes que el mundo quiere atraparte, probablemente lo hará. Pero si crees que la existencia es en gran medida lo que tú mismo decides y haces, probablemente te irá bien.

Y si logras ayudar a otra persona a tener éxito en el camino, eso es dinero en el banco de la vida.

 

“El optimista proclama que vivimos en el mejor de los mundos posibles; y el pesimista teme que esto sea cierto.” – James Branch Cabell.

“Los que desean cantar, siempre encuentran una canción.” – Proverbio sueco.

“La mala ortografía se nota también cuando abres la boca.” – Anónimo.

José María Garrido es profesional agroalimentario, consultor y docente. Después de trabajar 24 años como directivo, en la actualidad ayuda al empresario a aumentar el rendimiento consistente de su organización. Leer más...

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