Era en agosto de 1990 y estábamos disfrutando de las fiestas de Marcilla, mi localidad natal en la Ribera de Navarra. Yo había terminado aquella primavera mis estudios y tenía una beca en el Laboratorio del Ebro (hoy CNTA, en San Adrián).
José Javier Muguerza, unido también a mi pueblo por familia, me abordó y me dijo, después de una breve conversación: “Necesito a alguien como tú”.
Hacía un año que había fundado y puesto en marcha Vega Mayor, siendo así pionero en la introducción de la IV Gama en España: un proyecto radicalmente innovador, una hermosa “locura” que situaba a Navarra como cuna de “los vegetales listos para el consumo”, y que terminó siendo una “locura apasionante”.
José Javier: la viva imagen del emprendedor y del empresario “de raza”.
Fue quien tuvo la idea, quien buscó a los inversores, quien conformó su equipo, tomó las decisiones iniciales y marcó el rumbo y el marco general de actuación. Con rapidez y decisión. “Si este proyecto no me sale bien, tiraré la toalla definitivamente”, llegó a comentar en alguna ocasión.
Aunque yo nunca le creí. Porque su inquietud, su análisis de oportunidades, la búsqueda de opciones de negocio o el lanzamiento de nuevos proyectos dentro del proyecto principal, fue una constante durante todo su tiempo como máximo dirigente.
En muchas ocasiones, su capacidad para generar ideas, nuevos productos o nuevas líneas de aprovechamiento de los medios disponibles, superaba con creces tus posibilidades de asimilación y puesta en práctica operativa: debías pensar y actuar muy rápido con José Javier.
«El refrigerador es el armario que más se abre en una casa, es el producto que más rota. Y eso, a la gran distribución, ¡le encanta!»
«Hemos creado la autopista del producto refrigerado. Ahora hay que hacer que circulen coches por ella».
Y así, además de los vegetales IV Gama, empezaron a surgir zumo de naranja, cuajadas, gazpacho, empanadas, salmón ahumado, guisantes con jamón, quiches, vichyssoise…
Parecía como si nunca descansara, como si nunca parara de pensar; desde las 7 de la mañana en el coche entre Pamplona y Milagro, hasta la 8 de la tarde, ya de nuevo en Pamplona. Yo estoy seguro de que su cabeza nunca dormía: ¡seguía despierta durante la noche!
Al mismo tiempo, siempre estaba abierto a tus planteamientos y propuestas: nuevas ideas, nuevas técnicas, nuevos enfoques, nuevas herramientas… o nuevos paradigmas de gestión. Era un placer sentarte con él a comentarle tus últimas reflexiones sobre esta forma o aquella de hacer las cosas.
Pero, además de esa capacidad emprendedora e innovadora, su ejercicio del liderazgo (entonces no lo llamábamos así, desde luego) era admirable, casi de manual.
Valor inquebrantable.
Autodominio, a pesar de un inevitable carácter fuerte.
Ética, nobleza y justicia aplicadas a sus actuaciones.
Capacidad de decisión, ¡mucha capacidad de decisión!
Voluntad y deseo de asumir plena responsabilidad.
Buen humor, “rocero” y cercano con todos.
Alergia a «los focos».
Su impacto sobre mí, en particular, fue decisivo:
“José Maria, eres un ingenuo: ¡un auténtico “maría”, sí!” (yo llevaba un par de meses en la empresa).
“No vuelvas a pedirme autorización para formarte. Haz lo que creas conveniente” (y nunca dejé de formarme).
“No me veo toda la vida haciendo analíticas en el laboratorio”, le dije, y me contestó: “Pues…¡búscate la vida!”. (Lo hice, me doto de autoridad y me apoyó siempre que lo necesité).
“Coge unos francos para multas, que nos vamos a Holanda en coche”.
“Producto y personas: ésa debe ser nuestra cultura”.
“Estoy harto de los “buenos técnicos” a secas” (y comenzamos con el desarrollo de las competencias).
La gente no cree lo que oye o lo que lee colgado de las paredes: la gente sólo cree lo que ve. No hay moldeador de comportamientos más poderoso en una organización que los comportamientos de aquellos que ocupan posiciones de liderazgo. Por encima de todo, el líder es un ejemplo con sus acciones.
Pero, además, el líder es el auténtico educador organizacional: aquel que proporciona dirección, tanto formal como informal. Ese líder que presta ayuda confidencial y personalizada en el aprendizaje, retroalimentación sobre tu actuación y una caja de resonancia para las dificultades y problemas.
Seguramente ahora comprenderás mejor por qué digo que, por mi experiencia personal, he aprendido que el factor más consistente del crecimiento y el éxito profesional es el mentoring, más allá de la educación recibida, la asignación de un trabajo, la suerte e incluso las evaluaciones del desempeño.
En mi caso se trató de José Javier Muguerza, mi primer jefe y mi gran mentor profesional, a quien tristemente tuvimos que despedir la pasada semana.
Descanse en Paz.
“El camino de la doctrina es largo; pero el del ejemplo es breve y eficaz.” – Séneca.
“Nadie predica mejor que la hormiga, y no habla.” – Benjamin Franklin.
“Los jóvenes necesitan modelos, no críticos.” – John Wooden.