No “rellenes” los silencios.
Sí, a veces los silencios son incómodos, pero no te matarán ni a ti ni a la otra parte.
Tratar de llenar el «aire muerto» ha llevado a muchos directivos a pronunciar banalidades o trivialidades que desearían no haber dicho nunca.
Deja que la otra persona hable o al menos tómate tu tiempo.