Tenemos tiempo para hacer lo que elegimos hacer. Y «elegir» es la clave. Tú debes establecer tus prioridades; de lo contrario, alguien te está robando tu tiempo.
Hoy, hablando de #Liderazgo: PROTEGE FEROZMENTE TU TIEMPO.
La supuesta falta de tiempo sí que parecería una pandemia ampliamente extendida. De hecho, si leemos todos los libros existentes sobre gestión del tiempo… ¡no tendríamos tiempo para hacer nada más!
Los líderes deben cuidar rigurosamente su tiempo. La frase «No tengo tiempo para eso» es en sí misma una contradicción. Por supuesto que tienes tiempo (24 h/día), pero simplemente no eliges utilizarlo en ese tema.
Constantemente escucho a empresarios y directivos lamentarse de que no saben a dónde se va su tiempo. Bueno, yo creo que sí sé a dónde va: se lo están robando otros.
Y deberías controlar tu tiempo con tanta fuerza como lo haces con tu cartera.
Los líderes de alto valor invierten su tiempo en las prioridades más importantes que enfrenta la organización: ejemplificar valores, desarrollar personas, comprender al cliente, establecer e implantar estrategias o celebrar victorias.
Además, tienen tiempo disponible para crisis auténticas o para problemas de calado imprevistos. Y pueden hacerlo porque no están todo el día metidos en reuniones y conferencias. Porque un líder debe tener tiempo discrecional y no planificado disponible (parte de la agenda libre) todos los días de cada semana.
Los líderes son juzgados por sus resultados, no por sus acciones. Mantenerse constantemente ocupado simplemente indica que estás remando en el barco en lugar de establecer su rumbo.
Éstas son algunas defensas contra los ladrones de tiempo:
Busca constantemente eliminar tareas y obligaciones que son de baja prioridad. Delégalas hacia abajo si es necesario. Primero, intenta simplemente ignorarlas durante unos días; si nadie protesta, no son necesarias.
Nunca tomes decisiones que puedan tomarse en niveles inferiores o que ya hayan sido tomadas en niveles inferiores, a menos que encuentres un fallo absolutamente fatal.
No reformules o reescribas los informes de otras personas. Si la gente no los entiende, se lo harán saber al redactor.
La vida no ve de perfección. El simple hecho de que puedas hacer algo mejor no justifica que lo hagas. En la mayoría de los casos, el ROI del 98 % es mejor que el del 102 %.
Manipula las cosas una sola vez. Si sigues mirando el mismo email demasiado rato, decide a) actuar de inmediato, b) delegarlo, c) eliminarlo. No hay más opciones.
Asiste a la menor cantidad de reuniones posible. Nunca asistas simplemente porque “debe haber una autoridad”, o porque la gente tiene miedo de no tenerte presente. Asiste solo cuando haya un tema que realmente requiera tu participación. Y las reuniones no deben servir únicamente para el intercambio de información.
Contesta a tu propio teléfono y haz sus propias llamadas. Si no quieres hablar con la persona que llama, díselo.
Pon el material de lectura o de revisión en un solo lugar y revísalo al final del día. Léelo, archívalo o deséchalo en ese momento.
Infórmale a la gente que si tienes que actuar como árbitro en algunos asuntos, lo harás rápidamente y de acuerdo únicamente con tu interés o el de la empresa. Explícales que ambas partes estarían mucho mejor con un compromiso que construyeran entre ellos.
Nunca permitas que nadie te delegue algo hacia arriba, ni que deje nada en tu mesa sin tu permiso, ni que te envíen un email “en copia por si acaso”.
Adopta el eslogan “Sin lloriqueos”. Cuélgalo en la pared. Señálalo cuando sea necesario.