Más de dos tercios de la comunicación va de escuchar, no de hablar.
No puedes aprender mientras hablas. No puedes reflexionar y darte tiempo para el análisis cuando estás hablando.
Y nunca te meterás en problemas cuando tu boca está cerrada (o al menos, es extremadamente difícil).
Hoy, hablando de Comunicación: El perdido arte de la escucha.
Hay un gran mito en la gestión empresarial que, en mi opinión, no es demasiado afortunado. El mito es que, a nosotros, como directivos y mandos, nos pagan para actuar.
Y esto es totalmente falso: nos pagan para conseguir resultados. Los resultados están por encima de todo, y muy a menudo se consiguen mejor… no actuando.
Hablar es considerado activo, y escuchar, pasivo. Sin embargo, debemos entender que escuchar es una de las herramientas más potentes del kit del buen directivo.
Como por ejemplo, y en contra de la frase anterior, tenemos la “escucha activa”.
Es un método para estar en la conversación lo suficiente como para mostrar interés e implicación, pero permitiendo a la otra parte dominarla y expresar sus puntos de vista.
El elemento fundamental es demostrar “presencia” a través de comentarios ocasionales que muestren interés.
No es una técnica de manipulación: es una técnica para permitir a la otra persona expresar sus ideas.
No te pases utilizándolo para no hacer que la otra persona se sienta incómoda. Es tan sencillo como que cada 90 segundos/2 minutos introduzcas un comentario del tipo:
• “Interesante”.
• “¿Cuántos has dicho?” (Preguntar por la repetición de un hecho).
• “¡Estás bromeando!”
• “¿Cuál fue tu reacción?”
• “Nunca había oído que eso hubiera pasado antes”.
• “En otras palabras…” (pequeño resumen)
Pero no todo el mundo es un ávido conversador, por supuesto. Los empleados (y los subordinados en particular) a menudo evitan hablar, no porque crean que escuchar es más importante, sino porque quieren ver por dónde “sopla el viento”, dejar a otros asumir el liderazgo, o porque quieren asegurarse de que no te desagradan.