Mi observación personal es que estamos en un mundo donde lo que podríamos denominar “filosofía dominante sobre el uso del tiempo” es la de “¡corre, corre!/tener paciencia”.
¿Has estado en un teatro o auditorio (y esto también es aplicable al Teatro Real de Madrid) donde, una vez terminada la actuación pero antes de que baje el telón y se inicien los aplausos al elenco, ya hay un par de docenas de personas que empiezan a correr por los pasillos para salir antes que nadie (es impresionante cómo algunas señoras pueden correr sobre finos tacones). Estas personas no quieren compartir con otros sus aplausos para los actuantes, no se lo piensan dos veces antes “saltar” sobre las personas sentadas a su alrededor y son totalmente ajenas a las distracciones y molestias que generan.
Lo más curioso es cuando inmediatamente después ves a algunas de estas personas charlando con otras (sin que su casa se estuviera incendiando) pero eso sí, haciéndolo en las mismas puertas del local e incomodando de nuevo la salida fluida del mismo.
Algunas personas se niegan a aceptar la lentitud del tráfico en hora punta, incluso cuando la hora punta es obvia e inevitable. Otras se cuelan hábilmente en la fila que se forma cuando anuncian la puerta de salida del tren. Hay quienes incluso fingen conversaciones con personas adelantadas en la fila de embarque del aeropuerto. Y también he visto gente sentarse directamente en una mesa de restaurante sin ser previamente guiados por el recepcionista correspondiente, a pesar del habitual letrero “Espere aquí para ser atendido”. (Por lo general son detectados y obligados a recular).
Si alguna vez has estado en cualquier agrupación formal o informal de “iguales”, desde los compañeros de colegio hasta en la “mili”, desde la caja del supermercado hasta la entrada a un concierto, o desde saludar a los Reyes Magos hasta subirte a la atracción de turno, estás acostumbrado a las colas y las largas esperas.
Todo esto queda elevado a una forma de arte cuando se trata de esperar porque “ofrecen algo gratis”. Pero es que, hasta en estas situaciones, se ven personas que intentan “atajar” pasando por debajo de las cuerdas que demarcan la serpenteante hilera con la excusa de que “la señora de más adelante es mi amiga”.
Son personas que parecen necesitar ahorrarse “tiempo extra”. No alcanzo a adivinar exactamente para qué. Habitualmente, la función comenzará a la hora prevista, el tren saldrá con todos los pasajeros a bordo y pagar mañana el pincho de tortilla que hoy se ofrece gratis, tampoco va a arruinarte.
Sin embargo, también he descubierto que hay gente que pretende esperar y ajusta sus comportamientos a ese deseo.
La semana pasada me tocó parar detrás de cuatro coches detenidos detrás de un camión de Coca Cola. El semáforo se puso verde, amarillo y de nuevo en rojo. Nadie se movió y nadie tocó la bocina. Al volver a ponerse en verde los adelanté por el carril de la izquierda, que estaba vacío.
Se trataba de un camión de reparto que estaba parado en doble fila, mientras el conductor entregaba los productos en la tienda de la esquina.
“Un gatito se caracteriza por apresurarse como loco por nada, y generalmente detenerse antes de llegar allí.” —Agnes Reppplier.
“Correr puede ser una desviación inútil de vivir realmente tu vida.” —Claire Messud.
«¡Llego tarde, llego tarde! ¡Para una cita muy importante! ¡No hay tiempo para decir ‘Hola, adiós,’ Llego tarde, llego tarde, llego tarde!» —El conejo blanco de Alicia en el País de las Maravillas.