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Una de las experiencias más enriquecedoras de mi vida profesional ha sido la participación en Comités de Dirección.
Desde el inicio de un proyecto empresarial hasta la multinacional agroalimentaria, tener la oportunidad de experimentar su evolución, acompasada al propio crecimiento de la empresa (y a los consiguientes cambios de la misma, entre otros en el accionariado, por ejemplo), es una vivencia y, casi diría yo, un privilegio que no está al alcance de muchas personas.
Afortunadamente nuestro emprendedor tuvo muy claro desde el principio que no quería realizar una gestión empresarial personalista, sino que la dirección y orientación de la organización recaería en un equipo cercano, que le ayudara a responder a los desafíos y las incertidumbres a los que necesariamente habríamos de enfrentarnos.
Diferentes entornos, diferentes realidades, diferentes formatos, pero la dirección colegiada y dialogante siempre ha estado presente en mi carrera profesional.
Hemos tenido épocas en las que las reuniones más efectivas las teníamos en el interior de un coche, de camino a Milagro desde Pamplona, o en salas diminutas, casi sin luz natural.
Hemos vivido algunos momentos de disensiones y crisis de identidad, o de desconciertos sobre cómo continuar, pero sobre todo, largas épocas de alineación estratégica y coincidencias en la visión y en las formas de dirigirnos hacia ella.
Nos tocó idear nuestras propias dinámicas de funcionamiento, o adaptamos a las que nos venían del exterior.
Discutimos modelos de gestión en su momento novedosos, establecimos nuestros propios formatos de contenidos (orden del día), o digerimos impresionantes “tochos ajenos” para la definición de planes estratégicos.
Creamos Comités de Dirección, Comités de Innovación, o Comités de Estrategia.
He participado en sesiones de formación conjuntas, seguido procesos de coaching de equipo, o realizado “retiros espirituales” de varios días.
Pero también compartimos mucho mantel, nos divertimos en equipo, o reflexionamos con la alegría y la profundidad que permitían unas relajantes copas al final de largos viajes en coche por Europa.
La evolución de una empresa agroalimentaria vista desde la propia evolución de su Comité de Dirección.
Con caras que se fueron haciendo clásicas, o acogiendo otras nuevas, algunas promocionadas desde la propia organización u otras provenientes del exterior.
Promoviendo dinámicas efectivas de largo recorrido o viviendo momentos de tensión desatada.
Con la responsabilidad de tener menos de 50 empleados o pasar de largo del millar.
Dirigiendo una pequeña planta de fabricación o llegando a 5 de ellas en diferentes partes de España.
Con un producto por introducir en el mercado, o con la tensión de afianzar nuestra posición de líderes de la categoría.
Épocas de bonanza (las menos), épocas de dificultad (la mayoría) e incluso fuertes crisis económicas, como la ya olvidada de 1993 o la más reciente de 2008 a 2013.
Tener un Equipo de Dirección es una decisión inteligente, y por eso te lo he recomendado en varias ocasiones, pero nunca me he referido a las condiciones para el buen funcionamiento de un Comité de Dirección en una Pyme Agroalimentaria.
Pues de eso te hablaré en las próximas semanas.
Voy a condensar mis experiencias de 24 años, y te voy a revelar las conclusiones a las que he llegado después de haber vivido centenares de reuniones, unas decenas de formatos, o tiempos realmente cambiantes, en todas y cada una de las etapas de vida de una empresa agroalimentaria.
Y lo hago, sobre todo, con la esperanza de que te sea útil.
Así que, si te parece interesante este contenido, no dejes de ver las próximas entradas del blog.
Y si quieres decirme algo, deja tus impresiones en los comentarios de aquí abajo y hablamos sobre ello.