En las últimas semanas estamos asistiendo, lógicamente, a multitud de análisis sobre los resultados de las últimas elecciones presidenciales en los Estados Unidos. De entre todos ellos, voy a detenerme un momento en un aspecto, quizás colateral, que se ha puesto de manifiesto en dichas elecciones, y que no es otro que la falacia de la homogeneidad.
De entrada, diré que estoy bastante cansado de las etiquetas: “Millennials”, “navarros”, “GenX”, “gitanos”, “los jóvenes”, o lo que sea.
Conozco a personas de 20 años que comparten valores y puntos de vista conmigo (y conozco a muchos que no lo hacen, por supuesto). Conozco a muchos de mis contemporáneos “baby-boomers” con los que no estoy en absoluto de acuerdo, desde la política hasta la jubilación; desde la comida hasta el optimismo.
Cuando “etiquetamos” a las personas por edad, género, educación, origen, raza, etnia, habilidad, orientación sexual o lo que sea, no estamos tratando de entenderlos mejor: los estamos descartando como si fueran las ramificaciones de alguna formación de coral.
Lo que todavía es peor cuando se usan tests o pruebas conductuales totalmente inválidas que clasifican a las personas en “extrovertidos”, o “D alto”, o “verde” o “INTJ”. Hace cuarenta años se podía decir “¡Mujer tenía que ser!” sin que te denunciaran, pero hoy no puedes, ni deberías decirlo. Entonces, ¿por qué podemos decir: “¡Rumano tenía que ser!”?
Estas polémicas son tóxicas.
Además, las personas que colocamos sin pensar en esos “cajones” o compartimentos sienten la presión normativa de ajustarse a sus estereotipos. “¡Oh! Soy un introvertido intuitivo” o “Soy un miembro de la generación Z, así que debería estar actuando de esta forma…”
Pero, ¿y qué tiene que ver todo esto con las elecciones americanas?
Al margen de la política ejercida o las características de la candidata, parece ser que los Demócratas estadounidenses esperaban que ciertas agrupaciones (latinos, negros, urbanitas, mujeres, sindicalistas, etc.) les votaran de forma homogénea.
Pero no lo hicieron.
La persona que me vende el pan es 30 años más joven que yo, proviene del este de Europa, es mujer, tiene estudios básicos y puede entenderse en cuatro idiomas. Esta mañana charlamos un momento sobre las universidades de Pamplona y la especialidad de su hermano. Ambos aprendimos algunas cosas.
Hay dos tipos de personas que han cometido errores importantes tratando de influirme: los que me “etiquetaron” y los que me subestimaron. Ambos iban de la mano.
“Tu singularidad es lo que te hace especial, y eso es hermoso.” —Nia Jax.
“Si bien tenemos el don de la vida, me parece que la única tragedia es permitir que parte de nosotros muera, ya sea nuestro espíritu, nuestra creatividad o nuestra gloriosa singularidad.” —Gilda Radner.
“Sé quien tú eres. No tengas miedo de mostrar tu singularidad.” —Hidilyn Diaz