Entre viajes por trabajo y unos días en las fiestas de mi pueblo, llevaba varias semanas sin estar en Pamplona. Pero la pasada volví a recuperar mis rutinas de primeras horas de la mañana (paseo temprano y natación). Así que, en la caminata del lunes, volví a encontrarme con el empleado de limpieza de calles que se ocupa de la zona donde vivo.
Se trata de una persona que siempre me ha parecido bastante peculiar. Calculo que en la cincuentena avanzada, espigado, poblada barba canosa y pelo recogido en moñito, siempre se le ve con buen ánimo en su trabajo, sobre todo teniendo en cuenta las horas madrugadoras a las que lo realiza. Maneja el escobón y el recogedor con agilidad e incluso cierta elegancia, como si realizara una especie de danza. Mueve su carrito con energía, aunque poniendo detalle en el barrido y eliminación de los residuos que encuentra en las aceras. Sin embargo, lo más destacable es que siempre intercambia un “¡Buenos días!” con cualquiera que se cruza con él, incluido yo mismo.
Pero la pasada semana fue diferente. Porque, al cruzarnos, a su habitual saludo añadió un “¡Mucho tiempo sin verle, caballero!” Sorprendido, esta vez me detuve y estuve unos minutos charlando con él, interesándome por su trabajo, su relación con los compañeros o conociendo un poco de su historia. Le di las gracias por su saludo diario y por la dedicación y cariño con el que realizaba cada mañana la limpieza del entorno en el que me muevo habitualmente.
Me apetecía disfrutar un poco de mi ciudad reencontrada, así que por la tarde salí a una cafetería cercana que dispone de una buena terraza. La tarde era fresca y tan sólo había un par de mesas ocupadas. En una de ellas había dos empleados de Correos (la oficina de Pamplona está a la vuelta de la esquina, así que supuse que no era la primera vez que tomaban un café allí). Al verlos me acordé de mi padre, quien falleció este mismo mes aunque hace ya unos cuantos años. Al recibir mi consumición, le pedí a la camarera que pusiera sus cafés en mi cuenta, pero que no les dijera nada.
Cuando me disponía a irme, los dos se pusieron de pie, me dieron las gracias y me estrecharon la mano. Les dije que se suponía que era un secreto, pero me dijeron que lo descubrieron rápidamente. (¿Tendrá Correos un Servicio Secreto?) Les expliqué que mi abuelo y mi padre habían sido carteros rurales, y que yo mismo fui repartidor de cartas en mi niñez cuando salía de la escuela. “Yo repartía la carretera de mi pueblo cada día”, les dije, y cómo el Día de la Lotería de Navidad era el mejor porque en todas las casas en las que hacía una entrega me daban una bola de mazapán o un guirlache como “colación”.
Comentamos cómo habían cambiado los tiempos en relación con el contenido del correo postal (ya no llegan cartas de los de la mili a la novia, como entonces), pero que creía que su trabajo seguía teniendo algo de especial para la gente.
Creo que de esto va la vida cuando no estamos asediados con la inflación, la “singularidad” fiscal, las quejas petulantes o el cambio climático. Por supuesto, necesitamos resolver esas cosas, pero también debemos deleitarnos con lo agradable que puede ser la vida cuando somos amables unos con otros.
Tolerancia y perdón. No estoy hablando de perfección, sino de aprovechar las pequeñas (o grandes) oportunidades que nos brinda cada día.
Porque siempre amanece.
“No la vida, sino la buena vida, debe ser valorada principalmente.” —Sócrates.
“La vida es buena cuando pensamos que es buena. La vida es mala cuando no pensamos.” —Douglas Horton.
“Trabaja en lo que quieres que suceda. Si esperas a que suceda, no lo hará.” —Alan Weiss.
José Maria. Le admiro profundamente.
Hoy su comentario es ,como siempre brillante y hoy especialmente cargado de una sencilla y a la vez, profunda humanidad.
Que una persona tan Ilustrada como usted, disfrute de las cosas y personas sencillas, es algo muy esperanzador.
Me gusta y mucho lo que nos cuenta hoy.
SEÑOR. Gracias por su generosidad.
Muchas gracias por el comentario, Sagrario.
Escribir el Café de cada lunes es para mí, en realidad, un placer, pero tener comentarios como éste lo hacen todavía más motivador.
Un cordial saludo.