Vuelo de Casablanca a Madrid con Royal Air Maroc, en avión prácticamente completo. El tipo que está a mi lado, español, está pasando un momento difícil. El vuelo se ha retrasado dos horas debido al mal tiempo, del que culpa a Royal por una conspiración para arruinarle el viaje. La comida le parece “una mierda”, además de que su mesita tiene un problema y no está firme.
Cuando aterrizamos, tengo que atender una llamada y, cuando termino, lo veo furioso en la cinta transportadora porque su equipaje no ha llegado.
Lo sigo hasta la oficina de equipajes perdidos de Iberia (miembro de OneWorld como Royal Air Maroc), en cuyo mostrador hay un timbre que él hace sonar repetidamente. Finalmente, sale una mujer que, a mi entender, debía tener unos sesenta y tantos años, que claramente había visto todos los problemas con equipajes desde que Juan de la Cierva hizo volar su autogiro. Se lanza sobre ella, gritándole que los empleados de Royal sin duda le han robado el equipaje y que quiere saber qué piensa hacer al respecto. Finalmente, se agota a sí mismo.
La señora se baja las gafas de encima de la cabeza y le dice con calma: “¿Sabe? Sólo hay dos de nosotras que podemos ocuparnos de su equipaje perdido, y una ya está empezando a perder la paciencia.”
Hace algunos años, viajé de Madrid a San Francisco con Nuria (una persona de mi equipo, es decir, yo era su jefe) en el marco de un excitante proyecto para el grupo Florette. Hicimos escala en Chicago, donde debíamos coger la maleta para pasar aduanas al ser el primer aeropuerto estadounidense en el que aterrizábamos, pero la maleta de Nuria no apareció (“¡¿Qué voy a hacer sin mis planchas para el pelo?”!, fue una de las preocupaciones de Nuria).
Cuando llegamos a nuestro hotel de referencia, el Holiday Inn en Van Ness Avenue de San Francisco, había un error en la reserva y sólo teníamos una habitación, era sábado por la noche ¡y el hotel estaba completo! Cuando pregunté a la recepcionista si “alquilaban pijamas” para Nuria, me miró con una cara entre sorprendida y extrañada, a punto de soltar una carcajada. Afortunadamente la habitación reservada tenía dos “queen beds”, le dejé a Nuria una de mis camisetas, establecimos los turnos para ir al baño… y nos tomamos la situación con humor.
El fin de semana lo pasó «con lo puesto» y el lunes siguiente pudo comprar todo lo necesario (¡excepto planchas para el pelo!) en un Dress For Less que nos recomendó nuestro contacto californiano. Nuria recuperó su maleta a nuestra vuelta, diez días después, en el aeropuerto de Madrid.
Y la vida continuó su marcha.
En otras ocasiones en las que he perdido el equipaje, le he preguntado al empleado: “¿Qué puedo hacer para ayudarte a localizarlo?”. Si lo necesito, como en el caso de Nuria, salgo a comprar ropa nueva, lo cual me gusta bastante.
Todos tenemos opciones en la vida, y es sorprendente la frecuencia con la que elegimos deliberadamente las peores para nosotros porque nos sentimos tratados injustamente por el destino.
Pero puedes mantener tu destino en tus propias manos.
“Lo más difícil es la decisión de actuar; el resto es mera tenacidad. Los miedos son tigres de papel. Puedes hacer cualquier cosa que decidas hacer. Puedes actuar para cambiar y controlar tu vida; y el procedimiento, el proceso, es su propia recompensa.” —Amelia Earhart.
“Nuestro destino no está escrito, sino que lo escribimos nosotros.” – Barack Obama.
“Caminante, no hay camino; se hace camino al andar.” – Antonio Machado.