Una prioridad es algo que se decide que es más importante que otros problemas o cosas. De ahí la declaración: «Si todo es una prioridad, entonces nada es una prioridad».
Pero en estos tiempos de velocidad y volatilidad, ¿realmente puedes establecer prioridades? ¿O simplemente te agachas y esquivas lo que viene volando hacia ti, extingues los fuegos que te circundan y esperas vivir otro día? Porque, si es así, en mi modesta opinión esa es una claudicación de poder y autocontrol, y una vida poco más atractiva que un plato de acelgas.
A la hora del café de este lunes (el tiempo que amablemente me dedicas), me gustaría sugerir que algunas cosas pueden esperar claramente, mientras que otras no pueden hacerlo. En el caso de mi trabajo, hacer seguimiento de un prospecto recomendado y de alto valor potencial, no puede esperar. Grabar un vídeo de las Reflexiones Mañaneras, sí puede esperar. Hablar con tus hijos sobre unas tareas del cole que se les atragantan, no puede esperar. Practicar el “Fa menor disminuida” con tu guitarra, puede esperar.
Siempre puedes pedir un plato fuera del menú, pero el especial de la semana es sólo para esta noche (porque no vas a volver a ese restaurante en semanas). Podemos esperar a que el tiempo mejore y te quedas preocupado mientras tanto, o simplemente podemos pasar un buen rato ahora con una actividad alternativa.
He cometido muchos menos errores y obtenido mucha menos infelicidad actuando rápidamente, y haciendo ajustes posteriores si era necesario, que esperando mejores y mejores condiciones, para terminar perdiendo la oportunidad.
Tomé la decisión de dejar la empresa en la que había trabajado la mitad de mi vida cuando me di cuenta de que mi ciclo allí había terminado. Acababa de cumplir 54 años, dejaba atrás un puesto de lujo y confort sin todavía tener claro qué iba a hacer. Pero mi prioridad era continuar con mi ilusión y autorrealización profesional.
Hoy no ayudo a que mis clientes sean segundos o terceros en sus mercados o entornos, sino a que sean los primeros. Para eso aplico innovación constante a mis procesos y necesito estar seguro de que puedo corregir errores y ajustar, pero prefiero hacer eso que, simplemente, actuar como lo hacen mis propios competidores, manteniéndome “dentro de la corriente” sin arriesgar. Eso no es para mí.
Puy y yo decidimos unir nuestras vidas después de 3 meses de “noviazgo” (¡no podíamos esperar!) y nos fuimos 6 meses a vivir a Cambridge-UK. Esas fueron dos muy buenas decisiones. Hemos emprendido nuestros respectivos proyectos profesionales, hablamos sobre ello y nos ayudamos continuamente (ella es impresionante en creatividad y conexión con las personas, mientras que yo me defiendo más en estrategia o en herramientas de marketing online). Hemos viajado por el mundo y teníamos la intención de irnos a vivir “una temporada” a San Francisco. Pero no lo hicimos. Y hoy Andrés ya está en su cuarto año de crecimiento en una universidad americana. Esas fueron otras buenas (¡muy buenas!) decisiones.
El mundo de hoy a menudo me resulta desconcertante. Nos apresuramos por lidiar con lo que está inmediatamente frente a nosotros, ignorando con frecuencia las cosas más importantes que se encuentran un poco más atrás y alrededor.
Quizás es por eso por lo que hay un nuevo oficio llamado «influencers».
Mi consejo sería que no seas fácilmente «influenciado» (aunque mi profesora de Lengua Española de 2º de BUP diría que se dice “influido”).
“La clave no es priorizar lo que está en tu agenda, sino agendar tus prioridades.” —Stephen Covey
“Las cosas que más importan nunca deben estar a merced de las cosas que menos importan.” — Johann Wolfgang von Goethe
“Usa el abrigo viejo y compra el libro nuevo.” ― Austin Phelps
“La gente exitosa tiene grandes bibliotecas. El resto, grandes televisores.” ― Jim Rohn