Por José María Garrido

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Si quieres empezar a prosperar, aprende a decir “Por supuesto”, lo que yo llamo las dos palabras propulsoras.

Cuando los clientes me preguntan si puedo hacer algo que nunca había hecho antes (esto lo sé yo, pero no ellos), digo: «¡Por supuesto!». Cuando alguien me propone dar una charla o conferencia, «¡Por supuesto!» Cuando alguien me dice: «¿Te gustaría hacerte cargo del comité de recaudación de fondos?» Digo, «¡Por supuesto que NO!» (Vaaale, esto era una prueba para ver si estabas prestando atención ).

Mi punto de vista es que pasamos demasiado tiempo analizando y dándole vueltas, sospechando que el cliente tendrá motivos inescrutables, o que la “gran” diferencia de precio debe significar que me estoy perdiendo una ganga, o que esta oportunidad esconde un riesgo tremendo.

Así que nos ponemos a analizar: consideramos, comparamos, examinamos, evaluamos, descomponemos, detallamos, diseccionamos y usamos un microtomo (mis colegas biólogos ya saben lo que es 😉).

Y para cuando nos queremos dar cuenta, la oportunidad se ha ido. Es entonces cuando decimos: «Ojalá hubiera…» y una vez más el odioso “Me habría gustado haber…” es lo que marca nuestra vida.

Cuando entendí que mi ciclo en mi-empresa-de-toda-la-vida había terminado, tomé la decisión de dejarlo, con 54 años y sin un plan claramente definido (aunque con posibilidades de dedicar un tiempo a crearlo, es cierto… y decidí «retirarme» durante 6 meses en Cambridge-UK para vivir una de las experiencias más inolvidables de mi vida).

Algunas operarias de los tiempos heroicos de Vega Mayor me preguntaron “¿A dónde te vas?”, “¿Quién te ha fichado?” “¿Qué vas a hacer?” Y yo les contestaba con la única respuesta que tenía en aquel momento: “¡Voy a hacer un curso de cocina!”. “¿Vas a montar un restaurante…?”, me preguntaban maliciosamente…

Y aquí estoy: escribo esto escuchando música en un tren con destino a Toledo, voy a ser coprotagonista de la creación del mercado de la IV Gama en Marruecos, y a la espera de cerrar un proyecto similar en Guanajuato. Disfrutando (¿más que nunca?) de lo que hago y con Andrés en su tercer año de carrera en Milwaukee (Wisconsin).

No estoy defendiendo que estés de acuerdo con cualquier cosa que se presente ante ti (por eso lo del comité de recaudación de fondos lo dejo fuera). Pero te digo que estamos aquí para asumir riesgos prudentes, no para pretender tomar decisiones con riesgo cero.

El mayor golpe cuando te equivocas estrepitosamente suele ser para tu ego, que es maravillosamente autocurativo si se lo permites. No estamos en esta vida para limitarnos a meter los pies en el agua: estamos aquí para hacer olas (y te aseguro que al agua le importa un pimiento lo que hagas con ella).

No todo el mundo tiene una especie de “agenda oculta” que tenemos que desentrañar antes de decidirnos. No puedes mirar a un plátano como un arma potencialmente resbaladiza porque al quitarle la piel ésta puede caer descuidadamente frente a ti. Eso no es prudencia: es paranoia. Un plátano es una fruta, no una mina antipersona.

Sin embargo, pasamos por la vida en alerta constante por todo lo que pueda dañarnos, incluidas las oportunidades, los «caballos regalados» y el maná del cielo.

 

Henry James apuntó que «la vida es una marcha lenta y reticente por territorio enemigo». Pero Elton Trueblood lo vio de otra manera: «La fe no es un salto a ciegas hacia la nada, sino un caminar reflexivo en la luz que tenemos».

James estaba hablando del tiempo que se agota, y sus novelas a menudo reflejan un fatalismo básico. El Dr. Trueblood fue un cuáquero que dedicó su vida al servicio público. En mi opinión debemos leer a ambos, pero la cuestión clave es qué curso de vida elegimos tener cada uno de nosotros.

¿Tienes miedo de mirar a la vuelta de la esquina? Ésta no es una batalla en la que te van a dar una paliza por arriesgar el cuello. ¿Estás paralizado en el pasillo, esperando que otros te aseguren que no hay nada allí? Porque “los otros” pueden no estar disponibles, también pueden estar asustados, o incluso pueden mentirte. ¿No es mejor mirar por uno mismo? Después de todo, ¿qué problema puede ocasionarte echar un vistazo? Si ves un peligro cierto puedes mantenerte firme o retirarte, pero lo más probable es que todo lo que verás será una ruta que lleve a otro destino.

Si quieres prosperar, ahora mismo, hoy, en esta vida, entonces tienes para empezar a decir «¡Por supuesto!» a la vida. Si no tienes una alergia o una razón física para no probarlo, ¿qué daño puede hacerte tomar un poco de… langosta, chía, cuscús, gusanos fritos o linguini puttanesca? ¿No tiene sentido probar un poco para ver si es agradable? ¿O la negativa inflexible a probar lo que nunca has experimentado es un indicativo de una vida muy controlada, cautelosa y pesimista?

¿Qué tal “arriesgarse” y probar a ir a la ópera, practicar técnicas de boxeo, remar en una piragua, escribir un ensayo o ver la televisión comercial? Como ya he señalado, puedes tener tus límites. Quizás no digas «¡Por supuesto!» a lanzarte en paracaídas, a las peleas de gallos, a la pornografía o a comprar una multipropiedad en un anuncio de TV. No estoy hablando de fe ciega, pero estoy apoyando la fe en tu propio juicio en una dimensión más grande que la que probablemente tengas hoy.

Tienes que decir «¡Por supuesto!» a la vida. Y después confiar en las consecuencias positivas de aceptar más y más desafíos, diversidad y riesgo prudente. Visitar un casino para tratar de ganar dinero para pagar tu hipoteca no es un riesgo prudente, sino una estupidez. Pero evitar dar una charla a tus colegas porque podrías sentirte avergonzado no es evitar un riesgo prudente: es un comportamiento demasiado encogido, en el que lo único que se pone en “riesgo” es tu ego.

La forma de evitar languidecer por las oportunidades perdidas es atender a tu hijo cuando te pide que le des unas patadas al balón; observar a tu perro implorándote que lo lleves a dar un paseo; plantearte tomar unas vacaciones por impulso; considerar aceptar el proyecto de alto perfil en el trabajo; analizar el aprender a tocar el piano, y pensar en resolver esa relación que solía ser tan fuerte y ahora es tan dolorosa.

Y luego decir: «¡Por supuesto!».

 

“Las oportunidades perdidas definen nuestra vida. Incluso las que se nos van.” – Brad Pitt.

“Las oportunidades son como los amaneceres. Si esperas demasiado tiempo, las echas de menos.” – William Arthur Ward.

“El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes, la oportunidad” – Víctor Hugo.

José María Garrido es profesional agroalimentario, consultor y docente. Después de trabajar 24 años como directivo, en la actualidad ayuda al empresario a aumentar el rendimiento consistente de su organización. Leer más...

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