Por José María Garrido

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Hay dos causas principales de estrés, tanto en el lugar de trabajo como en nuestra vida personal:

  1. No saber qué puede pasar mañana.
  2. La creencia de que no tenemos control sobre lo que puede suceder.

A modo de ejemplo brutal y bien conocido, un hecho tan traumático como los atentados del 11 de septiembre genera un estrés enorme y masivo, porque la vulnerabilidad, el duelo y la percepción de un desconocimiento total de los acontecimientos del mañana, combinados con la falta de influencia sobre los mismos, producen condiciones psicológicas insoportables.

Pero incluso en situaciones más localizadas y habituales, como una notificación sobre mi candidatura para un empleo, una decisión mañana sobre un ascenso, la reacción de tu pareja a una discusión de la pasada noche, o no saber si el coche arrancará después de problemas recientes, son factores que contribuyen al estrés.

De cuantas más cosas no estemos seguros y cuanta menor certeza tengamos de poder influir en ellas, más ansiosos nos encontraremos. Durante las últimas década, las turbulencias en los lugares de trabajo, incluidos ERE’s y despidos masivos e irracionales, combinados con la ruptura de los lazos familiares tradicionales y de las clásicas conexiones espirituales, han creado, en general, niveles de estrés inmensos.

El estrés es causado por no saber más que saber. El «ahora al menos sabemos a lo que nos enfrentamos» es un antídoto ajustado e inteligente contra el estrés de la indefinición. Cuanto más sepamos y cuanto más podamos soportar la ambigüedad si no sabemos, más podremos reducir el estrés en nuestras relaciones.

La posición de compensación frente a esas situaciones es tratar de obtener el control de alguna forma, por pequeño que éste sea.

Por ejemplo, en el trabajo la gente tiende a utilizar el rumor para obtener certezas («¿Quién se queda con el puesto vacante de director?»), forma alianzas, analiza excesivamente los “encogimientos de hombros” y los gestos, e incluso crea su propio «control artificial», también conocido como «burocracia», que es el triunfo de los medios sobre los fines: «No puedes actuar a menos que me proporciones esa información y me mantengas al tanto diariamente».

Algunas de estas tácticas quizás puedan funcionar en el trabajo, aunque lo normal es que tiendan a empobrecerlo y arruinarlo. Las personas que funcionan sobre la base de rumores rara vez son precisas, y nunca se ha conocido que las burocracias mejoren la eficiencia. Pero, desde luego, no funcionarán en casa y/o en nuestras relaciones personales.

El equilibrio en una relación radica en la reciprocidad, es decir, en el apoyo mutuo al bienestar y a los intereses propios de cada uno, incluso aunque en ocasiones puedan estar excesivamente sesgados, porque existe la confianza de que el equilibrio finalmente se restablecerá. Y la confianza es la creencia inquebrantable de que, absolutamente, la otra persona tiene lo mejor para ti en mente, sin importar lo aguda e incisiva que sea la crítica o lo enfrentada que se muestre la posición tomada.

En consecuencia, el control sería la antítesis de las relaciones equilibradas. Y en mi opinión, éste es uno de los mayores problemas en las relaciones actuales.

Plantéate estos casos reales que he conocido:

  • Una mujer niega a su marido el derecho a conducir su coche porque teme que él cambie la configuración del asiento y se lo deje sucio. El vehículo es de propiedad conjunta.
  • Un hombre que regaña a su mujer por sus gastos personales, aunque ella tiene un trabajo con un sueldo mayor que el suyo y él simplemente ha optado por no hacer gastos personales.
  • Una mujer que le exige a su pareja que éste no revele la relación que mantienen a menos que la mujer lo apruebe primero.
  • Un hombre se enfada cuando su hija elige una universidad que él no aprueba (aunque puede pagarla fácilmente) y amenaza con no pagar la matrícula a menos que ella asista a la escuela de su elección.

Estoy seguro de que puedes citar ejemplos similares, quizás incómodamente cercanos a tu propia situación. Las relaciones, que deben basarse en la confianza y en entender que el control es la antípoda de dicha confianza, no pueden resistir las personalidades controladoras, a menos que una o ambas partes elijan sentirse miserables, en cuyo caso cuestionaría la viabilidad y la calidad de la relación.

Nuestra necesidad de controlar está profundamente arraigada, es emocional y es una combinación de miedo a lo desconocido y desconfianza en el juicio de los demás. Deberíamos renunciar a esa necesidad y aceptar que, en realidad, controlamos muy poco.

Las relaciones son dinámicas complejas y en constante evolución, así que es importante disponer de valores, anclajes y puntos de vista adecuados para hacer frente a los problemas inevitables que surgen.

Así pues, creo que ayudaría el tener en cuenta lo siguiente:

1. Lo desconocido y la falta de control sobre lo desconocido producen estrés.

2. Con frecuencia, las relaciones generan incógnitas y falta de control.

3. La respuesta inevitable a tales situaciones es ganar control, ya sea real o artificialmente.

4. Dichas técnicas son, en el mejor de los casos, problemáticas en el lugar de trabajo y son letales en las relaciones, que deben basarse en la confianza mutua y no en intentos unilaterales de control.

5. Por lo tanto, las relaciones salen beneficiadas con procesos de reconciliación que buscan eliminar las situaciones estresantes e «incontroladas» a través de técnicas de resolución de problemas, no de técnicas de control.

El equilibrio en las relaciones no se obtiene con un balance equitativo del tipo “¿Tú esto? Pues yo eso” o con dinámicas quid pro quo (algo a cambio de algo).

Por el contrario, debe significar unos constantes yin/yang (fuerzas opuestas pero complementarias) que produzcan un equilibrio de confianza y apoyo mutuos a largo plazo.

Las relaciones no son un juego de suma cero.

Los dos ganamos, o los dos perdemos.

 

«Nuestra ansiedad no se produce por pensar en el futuro, sino por querer controlarlo.» – Kahlil Gibran

«Cuando reflexiono sobre todas estas preocupaciones, recuerdo la historia del hombre viejo que antes de morir dijo que, a lo largo de su vida, se había preocupado por muchas cosas, de las cuales la mayoría nunca pasaron.» – Winston Churchill

“Sólo el equilibrio deshace la fuerza.” – Simone Weil

José María Garrido es profesional agroalimentario, consultor y docente. Después de trabajar 24 años como directivo, en la actualidad ayuda al empresario a aumentar el rendimiento consistente de su organización. Leer más...

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