Por José María Garrido

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Nunca me ha preocupado la gente que se irritaba con mis propuestas (excompañeros, empleados, alumnos, equipos de clientes…). Siempre he pensado que mi trabajo era obligar a la gente a pensar. De hecho, en el fondo los empresarios me contratan para confrontar y desconcertar, tanto a ellos mismos como a sus empleados.

Esta es la idea: puedes concitar un gran acuerdo sobre tus puntos de vista o una gran resistencia, pero ambos son indicativos de interés. Lo que realmente queremos evitar es la indiferencia, es decir, la apatía.

Las encuestas ubicuas (de empleadores, hoteles, servicios, etc.) tienden a atraer a los grupos de personas más felices o más disconformes, pero no a los grandes grupos de en medio. Si no te respondo, puede significar que no tengo nada que aportar, pero también puede significar que, simplemente, paso de hacerlo.

Vemos personas todos los días en ese gran pantano de sesgo de confirmación que son las redes sociales tratando de provocar “likes” y comentarios positivos, mientras ignoran o bloquean a los que no están de acuerdo ellas.

Lo que deberíamos tratar de hacer es obtener respeto, no “cariño” (si quieres ser querido, adopta un perro). Una señal de peso intelectual y valentía es que mucha gente pueda estar en desacuerdo contigo.

Pero para que todo esto tenga verdadero sentido, es necesario poner en juego el otro ingrediente esencial, que es la honestidad, entendida como hablar y actuar con sinceridad. Es mucho más que no mentir, engañar, robar o hacer trampas (que ya tiene mérito, en estos días). Implica mostrar respeto hacia los demás y tener integridad y conciencia de uno mismo.

En una era de polarización y de una arrogancia ridícula por la que las personas que no están de acuerdo contigo son, de alguna manera, moralmente inferiores, los “ataques» proliferan. Y por eso necesitamos más que nunca de esa honestidad, que es la que realmente puede generar el respeto incluso en la discrepancia.

Esta es la gran diferencia entre las posiciones polémicas de líderes de opinión cultos, valientes, bien informados e inteligentes, de las de los “líderes” que mienten, engañan, roban o hacen trampas (es decir, de personajes deshonestos y sin principios).

Y es frente a las posiciones de estos últimos cuando puede ser crucial desterrar la apatía.

Puedo generar disenso, pero no enfrentamiento. Puedo provocar división de opinión, pero sin faltar al respeto intelectual hacia los demás. Puedo asumir riesgos prudentes, pero no levantar muros.

La discrepancia basada en la falta de honestidad y de principios no puede ser respetada. Y cuando esto pone en riesgo la convivencia, debemos salir de la apatía.

Para defender civilizadamente lo que tanto nos ha costado crear y mantener.

 

“Es probable que la muerte de la democracia no sea un asesinato fruto de una emboscada. Será una extinción lenta fruto de la apatía, la indiferencia y la nocturnidad.” — Robert M. Hutchins.

“Es posible que hayamos encontrado una cura para la mayoría de los males, pero no hemos encontrado remedio para el peor de todos: la apatía de los seres humanos.” —Helen Keller.

“El miedo es mejor que la apatía porque el miedo nos hace hacer algo.” — Emiliano Salinas.

José María Garrido es profesional agroalimentario, consultor y docente. Después de trabajar 24 años como directivo, en la actualidad ayuda al empresario a aumentar el rendimiento consistente de su organización. Leer más...

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