Por José María Garrido

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Si quieres ser dueño de tu propio destino, el rasgo fundamental a practicar es el aprendizaje eterno. Eso también significa que nunca “rebajas” tus habilidades, competencias o educación.

El aprendizaje eterno significa que tú estás constantemente sorprendido de lo estúpido que eras hace tan sólo un par de semanas. Si puedes aceptar esto y comprender que es parte del verdadero crecimiento y dominio, serás un aprendiz natural de por vida.

Pero la mayoría no lo somos.

Una de las observaciones que todos podemos apreciar es el declive de los modales, de la buena educación y de lo que hace años se llamaba “urbanidad”.

Nos hemos convertido en una sociedad mucho más informal, lo que en sí mismo no es ningún delito, pero también hemos pasado a ser una sociedad donde los estándares de la elegancia y el comportamiento adecuado ya no se observan ni se aprecian.

El aprendizaje eterno también implica no olvidar nunca las formas correctas. Aquí hay algunos ejemplos que me dicen instantáneamente si la persona con quien estoy tratando es educado, consciente y respetuoso. Con un compañero, colega, amigo o simplemente otra persona de confianza, esto es bastante importante:

  • La forma en que sostienes el cuchillo o la forma en que tomas un café. Puedes usar tus cubiertos al estilo “ciudad” o al estilo “pueblo”, ambos son correctos, pero el estilo paleolítico no lo es. Apuñalar carne y sostener un cuchillo como una daga es algo sacado de los visigodos. (El plato de pan siempre está a tu izquierda, la copa de vino a tu derecha).
  • Háblame sólo con tus ojos. Si hablas con comida en la boca eres un troglodita. Nadie más debería llegar a ver lo que estás tratando de digerir.
  • Háblame con la gramática correcta. En aras de una supuesta elegancia, el condicional perfecto (“Yo habría ido”) está siendo materialmente sepultado por el pretérito pluscuamperfecto (“Yo hubiera ido”). De esta forma hemos pasado del error “Si habrías estado allí yo habría ido” al macanudo “Si hubieras estado allí yo hubiera ido”, algo que ya está penetrando en las noticias de TV e incluso en la prensa escrita. Y podría continuar. Aquéllos que intentan minimizar estas distinciones y matices del lenguaje preferirían que todos nosotros, bueno… nos atontáramos porque es demasiado esfuerzo tratar de hablar bien.
  • A menos que tengas una autoestima terminalmente baja, tendrás que aceptar que todos envejecemos. No hay nada de malo en usar algo de cosmética para mejorar la apariencia, pero ningún hombre se ve natural con el pelo teñido de castaño, y las mujeres de cierta talla no deberían usar ropa con palabras escritas en el trasero.
  • Uno debería devolver las llamadas telefónicas y el correo electrónico con prontitud; las notas de «agradecimiento» siguen siendo apropiadas en respuesta a un regalo o favor; decir quién eres cuando llamas es lo correcto (aunque tu nombre ya aparezca en el móvil), y usar palillos en público sin protegerse al menos un poco debería estar prohibido por ley.
  • Y yo todavía me siento incómodo si no dejo pasar a una señora por una puerta antes que yo, o si subo unas escaleras detrás de ella.

Sé que estas «reglas» pueden parecer anticuadas, «viejunas» y sin importancia (o tal vez «elitistas» en una sociedad enloquecida por la igualdad). Pero el autodominio va de aceptar y ajustarse a ciertos estándares. La gente ya no usa camisa y corbata para volar en avión (e incluso ya tampoco en el Congreso de los Diputados), pero debes abstenerte de gritar al hablar por el móvil, debes usar auriculares si quieres ver tus vídeos en el transporte público, o no debes dejar que tus hijos corran por una cafetería.

Las personas que quieren progresar aprenden continuamente, tanto para mejorar como para reforzar y retener aquellas prácticas y rasgos que nos sirven mejor. Tenemos que subir el listón y aspirar a estándares más altos, lo que a menudo incluye resistirse a la ruptura con algunas viejas normas de educación y urbanidad.

Para mí es verdad: «Estoy continuamente sorprendiéndome por lo estúpido que era hace dos semanas», pero estoy felizmente contento de poder aceptar eso y continuar integrando lo mejor que ya existe con lo mejor que encuentro en el futuro. A veces te sientes sólo al hacerlo, pero las recompensas bien valen la pena en términos de dominar tu destino.

«La cortesía es un gesto de dignidad, no de sumisión.» – Theodore Roosevelt

«Es la naturaleza la que da la nobleza en la conducta; pero la educación, con todo, enseña las reglas.» – Eurípides

«Difícil es decir cuánto concilia los ánimos humanos la cortesía y la afabilidad al hablar.» – Marco Tulio Cicerón

José María Garrido es profesional agroalimentario, consultor y docente. Después de trabajar 24 años como directivo, en la actualidad ayuda al empresario a aumentar el rendimiento consistente de su organización. Leer más...

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