Las mejores organizaciones que conozco no son precisamente las que no admiten el error.
Y los mejores líderes no son aquellos que nunca se equivocan.
De hecho, si nunca te equivocas es porque una de las siguientes condiciones prevalece:
- Te has equivocado pero no te das cuenta porque, o bien estás aislado del suceso o la gente no quiere informarte.
- Nunca te equivocas porque nunca haces nada que no sean temas superseguros y superconservadores con garantías de hierro.
- Estás mintiendo a los demás y/o a ti mismo.
Aprendemos más dramática y minuciosamente de nuestros contratiempos, no de nuestras victorias.
Las mejores organizaciones y los mejores equipos de gestión son aquellos que están continuamente intentando entender qué hicieron mal y por qué.
Buscan las causas, no los culpables.
Por supuesto, nadie está satisfecho con una continua sucesión de fallos, y el aprendizaje no existe si se comete el mismo error repetidamente.
Por ejemplo. La mejor respuesta que conozco ante una reclamación de un cliente es la que se expresa de una forma similar a esta: “Siento profundamente el no haber cumplido con sus expectativas. ¿Qué podemos hacer para mejorar la situación?”
Es difícil mantenerse irritado cuando alguien quiere ayudarte…
En el otro extremo tendríamos una respuesta del tipo “No es culpa mía. Mis manos están atadas. Es la política de arriba”.