A veces les damos demasiadas vueltas a las cosas.
Demasiadas.
Y otras veces ponemos en evidencia que “el sentido común es el menos común de los sentidos”.
Hace unas semanas realicé una publicación en LinekdIn en la que planteaba a mi red de contactos el mismo juego que te planteo ahora a ti.
Una situación que seguramente ya has vivido y posiblemente vuelvas a vivir.
Imagina que te presentas a una oferta de trabajo como Responsable de Calidad en una empresa agroalimentaria y sois varios candidatos.
¡El nerviosismo se palpa en el ambiente !
Por fin, te dan paso para realizar la entrevista.
Después de una media hora de conversación con las preguntas/respuestas habituales, finalmente el entrevistador te hace la pregunta definitiva:
"¿Cuál crees que es la habilidad más importante y que más valoraría a la hora de contratarte a ti en lugar de al resto de los candidatos que se han presentado?”
Ponte en situación y piensa muy bien cuál sería tu respuesta.
¿La tienes?
No sé qué respuesta has pensado, pero sí puedo decirte lo que se respondió en aquella publicación.
“Conseguir High Level en la auditoría de IFS.”
“Tener alto nivel de empatía con el resto de empleados.”
“Actuar con seriedad para que todo el mundo cumpla las normas.”
“Que trabaje bien en equipo.”
“Que tenga muchas ganas de aprender y capacidad de esfuerzo.”
Podría seguir y seguir, pero creo que ya tienes una imagen del tipo de respuestas que recibí.
Pues bien, la respuesta correcta para mí es más sencilla:
“Aquel que sea capaz de hacer ganar más dinero a la empresa”
¿Te parece trivial?
¿Qué respuesta has dado tú?
Porque te voy a decir algo que quizás es tan evidente que con demasiada frecuencia se nos olvida: una empresa no es una ONG, ni una Fundación sin ánimo de lucro, ni un grupo de amigos.
La meta insustituible de cualquier empresa es ganar dinero, porque esa es la única forma de que pueda sobrevivir.
El dinero es a la empresa lo que respirar es a la vida. Si bien el objetivo de la vida no es respirar, no se puede vivir sin respirar. Debemos procurar respirar a cada momento, cada día.
Con demasiada frecuencia tenemos una idea equivocada de las razones por las que una empresa nos contrata y qué debemos hacer para progresar profesionalmente.
Un empresario contrata a un empleado (un comprador, un vendedor, un recepcionista, un administrativo, un operario, un informático, un limpiador de oficinas...) para que se ocupe de una función determinada que, al final, redunde en una mejora de la rentabilidad de la empresa.
Cada uno en su puesto, solucionando problemas y necesidades de la empresa... pero cuyo trabajo sirva, a la postre, para que la empresa consiga esa ansiada rentabilidad que le permita vivir y permanecer.
Piensa si no en porqué una empresa gasta dinero en tener unas oficinas limpias y ordenadas, y a cada respuesta que des pregúntate a su vez ¿por qué? (“¿Por qué… es más agradable trabajar en un entorno “limpio y ordenado?”).
Cuando hayas llegado al 5º “porqué” seguramente ya tendrás la respuesta definitiva; la causa raíz de ese gasto…
La gente tiende a pensar que se le paga por realizar una serie de actividades o tareas.
Razonamientos del tipo “Yo vengo 8 horas al día y por eso me pagan”.
Pues bien, ese es un gran error.
En el fondo se les paga porque de una manera u otra impactan en el beneficio del negocio.
Es lo mismo con tu trabajo actual o con ese trabajo potencial al que aspiras: tu trabajo existe porque el empresario entiende que lo que haces servirá para aumentar la rentabilidad de la empresa.
Y tu valoración dentro de la misma, tu estatus y tu salario dependerán de que lo que hagas impacte en mayor o menor medida en aumentar la rentabilidad de la empresa y también en cuántos pasos (cuántos porqués) hay que dar desde lo que haces hasta llegar a la respuesta final y única: hacerle ganar dinero.
Como bien sabes, la diferencia entre ingresos y los gastos es lo que se llama beneficio.
Así que en cualquier empresa que trabajemos debemos hacernos dos preguntas:
- ¿De dónde viene el dinero?
- ¿De dónde vienen los costes o los gastos?
¿De dónde viene el dinero en una empresa agroalimentaria?
De los clientes que compran el producto, evidentemente.
Piensa ahora en tu empresa.
Y piensa con mucho cuidado en la pregunta que te voy a hacer.
¿Por qué vuestros clientes/consumidores compran (y sobre todo por qué REPITEN compra) el producto?
¿Porque el vendedor le cae bien?
¿Por el precio?
¿Por la calidad del producto?
¿Por la relación calidad/precio?
¿Por la publicidad? ¿Porque le gusta el envase? ¿Por vuestra tradición?
¿Por vuestras promesas?
Todo lo anterior ayuda, sin duda.
Pero el cliente que vuelve a comprar confía en que, por el precio que paga,
va a seguir recibiendo el producto y el servicio que espera.
Y eso no se lo da ninguna de las cosas anteriores.
Ni siquiera ninguno de vosotros en particular.
Se lo da el SISTEMA…
que todos vosotros aplicáis.
El Cliente no confía en vosotros: Confía en el SISTEMA.
En el Sistema que haya en tu empresa.
Y ahora te pregunto: ¿cuál es la calidad del Sistema actual de tu empresa?
Posiblemente “muy mejorable”.
Y también… ¿quién se ocupa en tu empresa de ese Sistema al completo?
Posiblemente nadie.
Estoy aprendiendo cómo ser el elegido en mi próxima entrevista de trabajo.
¿De dónde vienen los costes o los gastos en una empresa agroalimentaria?
Compras, proveedores, impuestos, nóminas del personal…
…averías, paradas de línea, reprocesos, desperdicios, reclamaciones…
…pérdidas de tiempo en reuniones, carencia de comunicación interna, falta de alineamiento, toma de decisiones a la ligera…
…proyectos que se mueren porque nadie les hace caso, lanzamientos de producto “para ayer”, problemas que se repiten un día y al día siguiente y al siguiente…
Y ahora te hago una pregunta resumen: ¿en qué medida te preocupas tú de reducir los costes y gastos superfluos?
Te lo puedo decir más alto pero no más claro.
Si quieres progresar profesionalmente tienes que saber encontrar en qué puntos hay una oportunidad para hacer respirar mejor a la empresa a la que prestes tus servicios.
Procurar hacer ganar más dinero del que ya se gana.
De ese incremento es de donde vendrá, a la postre, tu reconocimiento, tu valoración, tu estatus y tu mejora salarial.
Esa es la habilidad más importante de cualquier profesional. Y, a partir de ahí, la gran cuestión es CÓMO ese profesional lo consigue.
Sí, ya sé que, como profesional de la Calidad alimentaria, las empresas nos contratan, en primero instancia…
Para conseguir o mantener IFS.
Para atender reclamaciones.
Para elaborar etiquetados correctos.
Para analizar la legislación aplicable en el país al que exportamos.
Etc, etc.
Pero si acudes a una entrevista y, además de ser adecuado para el puesto (es decir, sabes hacer las cosas técnicas anteriores), al final añades "...y aumentaré la rentabilidad de la empresa" y explicas someramente CÓMO, tus probabilidades de conseguir el puesto aumentarán exponencialmente.
Y si después lo cumples, tienes asegurado tu progreso profesional.
¿Y CÓMO un profesional de la Calidad puede aumentar de manera clara la rentabilidad de la empresa?
Sí, ya sé que me estás haciendo esta pregunta.
La pregunta definitiva.
Pues bien sencillo:
- Actuando como arquitecto del Sistema que ofrezca al cliente la confianza que necesita, y
- Actuando como coordinador de las actividades de eliminación de los costes supefluos; haciendo “la guerra a la empresa fantasma”.
Son las dos grandes líneas de actuación que yo mismo he practicado a lo largo de mis 24 años como Responsable de Calidad en Florette Ibérica (y en su antecesora, Vega Mayor).
Toda una vida dedicada a hacer que mi empresa fuera rentable desde mi puesto de profesional de la Calidad que me permitió formar parte de su Equipo Directivo (junto al Director Comercial, de Compras, de Fabricación o Financiero) con un reconocimiento, una valoración y un crecimiento profesional que nunca me habría imaginado.
Tú decides.