Antonio Lavao es un malagueño inteligente y fino de formas, con ese gracejo desenfadado tan característico de los andaluces. Siempre con una sonrisa en el rostro, parece como si continuamente estuviera de buen humor. Uno se siente cómodo, confortable en su presencia. Mantener una conversación con Antonio es un disfrute, al tiempo que siempre te permite extraer enseñanzas estupendas.
El 24 de Mayo de 2011 podría haber sido un día más en la vida de Antonio Lavao, agricultor-empresario (como a él le gusta denominarse), creador de la empresa FRUNET. Pero Antonio nunca olvidará esa fecha: ese día apareció la primera víctima mortal en Alemania a causa de una toxi-infección de un serotipo de la bacteria Escherichia coli, el O104:H4, a la que seguirían al menos otros 31 fallecidos, además de más de un par de millares de infectados. La Sra. Cornelia Prüfer-Storcks, senadora de salud de la Ciudad-Estado de Hamburgo, acusó a los pepinos españoles, y más en concreto a los comercializados por FRUNET, de ser los causantes de esa intoxicación. Como el propio Antonio dice, “nos estaban acusando de matar gente”.
Hace tan solo unos días, es decir, más de 4 años después, la justicia alemana dio la razón a Frunet en su reclamación de daños y perjuicios contra las autoridades sanitarias de Hamburgo.
Pero, ¿quién es este hombre al que un día el mundo se le vino literalmente encima, que desde el primer momento decidió pelear con la cabeza muy alta, y que se ha convertido ahora (a pesar de que la repercusión ha sido infinitamente inferior a la que tuvo la tan mal llamada “crisis del pepino”) en el auténtico héroe del sector hortofrutícola español?
Hijo de un agricultor dedicado al cultivo de aguacates y mangos, estudió Económicas y Empresariales. Hombre de ideas muy claras, desde el primer momento supo que quería tener su propia empresa “para poder dirigir yo mismo mi destino. Me resultaba extraño que ninguno de mis compañeros quisiese ser empresario; la mayoría tenían como ilusión el ser funcionario o trabajar para la banca. Ambas cosas estaban totalmente descartadas para mí”, nos dice con su sonrisa habitual.
En 1996 crea FRUNET como una pequeña oficina de compra-venta de fruta. A los dos años ya tenía un almacén alquilado donde envasar los productos, y en dos años más se decidió a comprar tierras y empezar con el cultivo de tomate cherry. “De ahí hasta ahora ha llovido mucho. Actualmente somos más de cien personas y facturamos unos 32 millones de euros”, dice con lógico orgullo.
Antonio es un ejemplo de espíritu emprendedor. Más que de la gestión, nuestro protagonista disfruta de la creación y generación de nuevos proyectos que va incorporando a la empresa, además del aprendizaje que eso le proporciona. “Una de las cosas con las que más disfruto es con la agricultura: es mi pasión. El ser innovador en agricultura y aprender nuevas cosas me fascina”. No es de extrañar que a la pregunta “a qué no estás dispuesto a renunciar” su respuesta inmediata sea “A la libertad. Disfruto muchísimo iniciando nuevos proyectos y dirigiendo a la empresa hacia donde yo considere adecuado. No estoy dispuesto a renunciar a mis principios por el puro negocio”.
Otro de los detalles que mejor definen a Lavao es que crea que una de las mejores cosas que ha hecho en los últimos años haya sido delegar: “Lo descubrí cuando me fui un año a vivir al Reino Unido y comprobé que, sin mi intervención en todos y cada uno de los aspectos de la empresa, ésta iba mucho mejor”, afirma riendo de sus propias palabras.
La “crisis del pepino”
“Me enteré en el aeropuerto, cuando regresaba de viaje con mi mujer. Las primeras sensaciones fueron horribles; es como si el mundo se desmoronara a mis pies. Las cancelaciones de clientes, los medios de comunicación, el teléfono que no paraba de sonar… Fue realmente desmesurado. Tuve mucho miedo de perder todo lo que había conseguido en mi vida”.
Recuerda cómo sus compañeros y empleados estaban totalmente desconcertados, sin entender nada de lo que pasaba. “Creo que estaban todos entre asustados y alucinados, pues nada tenía sentido. Conocíamos la historia desde dentro y un día antes nos habían avisado de Alemania de un análisis que nos habían hecho pero que estaba todo correcto. Luego salió lo de la rueda de prensa y llamamos al organismo alemán correspondiente, que no quería darnos información. Todo muy frustrante, pues teníamos la certeza de que éramos inocentes, cuando todos los medios de comunicación apuntaban lo contrario”.
Entre el 24 de mayo y el 5 de junio de 2011 se detectaron 2.263 casos de infección con 22 muertes. 12 países de Europa se vieron afectados, aunque el 95,5% de los casos y 21 muertes se produjeron en Alemania. El 26 de mayo los medios de prensa alemanes dieron por buena y difundieron ampliamente la acusación de las autoridades alemanas contra los pepinos cultivados en las provincias de Almería, Granada y Málaga. No fue hasta el 31 de mayo cuando la Comisión Europea descartó sin género de duda que los cultivos de pepinos en España fueran los responsables del brote. El 10 de junio el Gobierno alemán levantó la alerta sobre pepinos, lechugas y tomates y señaló como origen de la infección una granja de semillas germinadas del estado de la Baja Sajonia.
Para entonces el daño ya estaba hecho. La crisis pasó factura a toda la huerta española. Las pérdidas se estimaban en 200 millones de euros semanales. La UE destinó a España 75 millones de euros en ayudas.
Mientras tanto, Antonio Lavao tenía que resolver sus propios problemas. Con total decisión contrató a la empresa Brunswick, una de las mejores del mundo en gestión de crisis, para facilitar la relación con los medios. Con todo el arrojo del mundo, a los pocos días se planta en Hamburgo, dando una conferencia de prensa que salió en todos los telediarios de Europa. “Todo fue muy vertiginoso, pero sentía que había que ir hacia adelante, ya que estaba totalmente seguro de nuestra inocencia”.
A la pregunta sobre las razones que le impulsaron a denunciar a las autoridades alemanas ante este desaguisado contesta sin vacilar: “Fue la indignación de que jamás debieron nombrarnos ni a nosotros ni a nadie. De que lo hicieron a propósito y que eso debía de ser resarcido de algún modo. Destruyeron nuestra credibilidad y la de todo el sector español con total impunidad. Ningún gobierno (y mucho menos el español) tuvo a bien el criticar la actuación de las autoridades alemanas».
Antonio habla de “tremenda satisfacción” al preguntarle por sus sentimientos al conocer la noticia de que el tribunal alemán le daba la razón. “No solo por la victoria en sí misma, sino que también porque muchísima gente ha visto la victoria como propia y se ha alegrado de que esa injusticia haya sido resarcida”.
Escuchar de su boca las lecciones aprendidas después de esta experiencia nos da la medida de la calidad personal del Antonio:
“He aprendido a valorar mucho más lo que tengo y eso me ha unido más a mi equipo. En definitiva, nos ha hecho más fuertes”.
“He tenido la oportunidad de conocer mucha gente importante y he aprendido que en la parte más alta de la sociedad hay mucha más gente miserable de lo que pensaba”.
“He aprendido que no hay reto imposible si te lo propones seriamente”.
“He aprendido a disfrutar mucho más de mi familia y pasar más tiempo con ellos, que son lo realmente importante. El negocio ha pasado a un segundo plano y, casualmente va mucho mejor”.
Aquel día de Mayo de 2011 se produjo un terremoto que sacudió las estructuras del sector hortofrutícola español y puso en jaque las bases de la Seguridad Alimentaria de las hortalizas de consumo en crudo. El arrojo de un hombre valiente, seguro de su proyecto empresarial, ha puesto finalmente las cosas en su sitio
Antonio Lavao: un EMPRESARIO (con todas las letras) con una talla humana excepcional. Una persona digna de toda admiración.