Por José María Garrido

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En psicología, un heurístico es una regla que se sigue de manera inconsciente para reformular un problema planteado y transformarlo en uno más simple que pueda ser resuelto fácilmente y de manera casi automática. En definitiva, es una especie de truco mental para guiar la toma de decisiones por senderos del pensamiento más fáciles.

Confiamos en ellos diariamente para llegar a soluciones rápidas. Sería la denominación técnica de la frase coloquial “déjate guiar por tu instinto”. Podemos depender de la heurística para elegir un restaurante en el momento, pero también para tomar decisiones profesionales clave.

El «afecto heurístico» se refiere al hecho de que a menudo confiamos en nuestras emociones en lugar de en evidencias empíricas o comportamientos observados al tomar decisiones. Esto nos da velocidad en las decisiones, pero a menudo amenaza su calidad y puede conducir a lo que los psicólogos llaman «elecciones subóptimas». (Venga, hasta aquí esta “lección de psicología de aficionado”)

Cuando estamos «con subidón», tendemos a exagerar los beneficios y minimizar los riesgos de nuestras decisiones. Pero es al contrario cuando nuestro estado de ánimo es negativo. Somos más propensos a correr un riesgo prudente si el mundo nos está tratando bien, pero podemos ser más conservadores si creemos que el cielo se está cayendo sobre nuestras cabezas.

Si lo has pasado muy bien en tu primera excursión de esquí, y después acompañas a un amigo que se está cayendo todo el rato, es más probable que intentes hacer descensos más desafiantes que tu amigo. Puedes decir que es sólo «experiencia», pero la mala técnica es mala técnica (y la buena técnica es buena técnica) sin importar a qué colina te estás enfrentando.

Los beneficios de la velocidad a menudo son destrozados ​​por una decisión de baja calidad basada en el estado mental en lugar de las evidencias objetivas. Mi forma de intentar evitarlo es poner en práctica el «test de tercera persona». Antes de tomar la decisión me pregunto: «Si estuviera aconsejando a Pepe, ¿qué le diría sobre esta decisión?» (y yo soy Pepe, claro)

Puedes devolver o vender una camisa, frigorífico o una membresía. Pero yo estuve a punto de liarme 2 años con un MBA porque “todo el mundo lo hacía” sin ni siquiera haberme planteado si eso de los números era lo mío.

Afortunadamente, el verano anterior me pregunté a mí mismo: “¿Qué evidencia tienes de que serías feliz (no “exitoso”) como director financiero? ¿Quieres dedicarte toda la vida a eso?”.

Y aquí estoy.

 

«La toma de decisiones bien informadas proviene de una larga tradición de adivinar y luego culpar a otros por los resultados inadecuados». —Scott Adams

«Entre el riesgo calculado y la toma de decisiones imprudentes se encuentra la línea divisoria entre las ganancias y la pérdida». —Carles Duhigg

«Gasté una fortuna en coches, mujeres y alcohol, pero el resto lo desperdicié». —George Best

José María Garrido es profesional agroalimentario, consultor y docente. Después de trabajar 24 años como directivo, en la actualidad ayuda al empresario a aumentar el rendimiento consistente de su organización. Leer más...

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