Se trataba de un empresario agroalimentario bien conocido de mis tiempos de Florette, a quien llamé a finales de 2022 con una pregunta: “¿Conoces algún colega tuyo a quien le pueda venir bien lo que yo hago?” “¡Yo mismo!”, me contestó.
Después de más de 20 años de haber puesto en marcha su empresa, se encontraba cansado, aburrido y desmotivado. “Lo mío es hacer cosas nuevas, afrontar retos interesantes, y creo que mi proyecto empresarial ya no da para más”.
Su empresa había crecido, estaba bien posicionada en el mercado después de varias innovaciones exitosas y se encontraba saneada económicamente. “Pero la gestión me aburre. Necesito liberar tiempo para pensar e ilusionarme con nuevas ideas”.
De entrada, había contratado a un gerente para que le “liberara” del día a día.
Se había planteado incluso vender la empresa a un grupo importante para así entrar en una “estructura más grande” y “aprender más cosas”. Me permití decirle que las “grandes empresas” no son lugares donde necesariamente se progrese como uno desea, y más viniendo de un emprendimiento y un liderazgo como el suyo…
Volvimos a hablar un año después. Había desechado la idea de desprenderse de su empresa, pero todavía seguía sin encontrar la motivación que le devolviera la ilusión. “Trabajar en este sector es estar sumido en la mediocridad”, llegó a decirme.
“¿Y por qué no hacemos que tu empresa salga de esa mediocridad? ¿Por qué no hacemos que tu gente crezca, que cuentes con un equipo que, con tu liderazgo, te libere de la gestión diaria y que tu organización sea ese lugar en el que los mejores se den codazos por trabajar?”
Seis meses después de haber iniciado el proyecto de colaboración, me dijo: “¡Gracias, José María! Nunca había sentido tantas ganas de hacer tantas cosas nuevas.”
Hoy, su gerente está haciendo crecer la fuerza de ventas como Director Comercial y él está liderando y disfrutando con la profunda transformación de toda su organización.