En los últimos tiempos se viene hablando mucho sobre el tema del emprendimiento. Se han escrito muchos libros sobre el asunto, llenos de recomendaciones al efecto. Incluso algunos de ellos, que no niego que sean de conveniente lectura, plantean las dificultades inherentes a la aventura de emprender, con índices de capítulos presentados como “los 14 pasos del Vía Crucis”, o “los 15 rounds del combate”.
Todo lo que veo y leo parece más enfocado a jóvenes aguerridos que configuran el universo de las denominadas startup’s, de la misma forma que el término emprendedor parece haber sustituido del léxico habitual a la palabra empresario, afectada por connotaciones un tanto negativas más propias de las épocas de la lucha de clases que de la realidad actual del siglo XXI. Sin embargo, la Iniciativa Empresarial es, posiblemente, la fuerza movilizadora más potente y antigua de la historia del Hombre, presente en todas las sociedades desde el mismo origen de éstas (agricultores, ganaderos, artesanos, comerciantes, …) y representa la auténtica energía de progreso de la Humanidad.
Para ser un buen empresario/emprendedor se necesitan competencias y capacidades, sistemas y herramientas, equipo, y un largo etcétera de elementos imprescindibles para llevar con firmeza y serenidad la nave organizativa.
Pero, si empezamos por el principio, cabe preguntarse:
¿Qué es la Iniciativa Empresarial?
¿De qué se compone?
¿Cuáles son los elementos básicos y esenciales que la conforman?
Desde mi punto de vista son, simplemente, tres:
- Las Motivaciones (mucho más allá de los motivos, como «estar desempleado», «estar descontento/aburrido con el trabajo por cuenta ajena», embarcarse en una supuesta ola de modernidad porque «lo han hecho mis amigos», etc.) o Espíritu Emprendedor.
- La Idea, entendida también como Impulso Innovador.
- La sana ambición de a dónde se quiere llegar, o sea, el Sueño Empresarial.
El Espíritu Emprendedor
Sin duda, todo empresario/emprendedor tiene, en esencia, un propósito iniciático evidente: ganar dinero. En ese sentido… todas las empresas (que no son fundaciones, ni ONG’s, ni entidades sin ánimo de lucro) tienen el mismo objetivo último, o, como ya en 1984 decía Eliyahu M. Goldratt, creador de la Teoría de las Limitaciones (TOC), la misma Meta.
Pero limitarse a ese objetivo finalista sería no entender el impulso empresarial. Detrás de toda iniciativa emprendedora auténtica está esa parte de creación desde la nada, de construcción de algo inexistente, de esa libertad (siempre tan relativa…) para decidir la forma de afrontar un nuevo proyecto, de iniciar un camino hacia lo desconocido, de enfrentarse a nuevos retos e incertidumbres. El placer profundo de, en función de las circunstancias, cambiantes casi cada minuto del día, tener la capacidad de tomar decisiones e ir comprobando las consecuencias de las mismas…. que van generando nuevas incertidumbres y nuevas necesidades de tomar más decisiones.
Detrás de la responsabilidad de la gestión empresarial se encuentra esa satisfacción íntima, a veces de duración frugal, pero realmente intensa, de comprobar cómo tu proyecto va tomando forma; cómo, después de cada acción, conversación, análisis, reunión y decisión, tu construcción va convirtiéndose en algo real, tangible, y que implica, cada vez más y al mismo tiempo, una mayor responsabilidad. Con los accionistas que han creído en ti, con los clientes que te empiezan a abrir sus puestas, con los empleados y sus familias, que van dependiendo del proyecto. Con el entorno social, que empieza a reconocer tu existencia, con las entidades financieras, tan necesarios para ir haciendo frente a los compromisos, con los proveedores, que te envían sus materiales y productos con la confianza de que cobrarán las facturas…
Te vas rodeando de tus personas de confianza, en las que vas depositando tus dudas y tus anhelos. Vas creando tu equipo de colaboradores más cercanos, esos que deben ayudarte, por un lado, en el análisis de la realidad y en la dirección que debes tomar y, por otro, en los que ir delegando las obligaciones más operativas. Pero a los que, a su vez, debes controlar y dirigir, porque necesitan de tu orientación, de tu norte y de tu liderazgo, y sobre los cuáles nunca estás totalmente seguro de si serán los más adecuados para acompañarte en el camino
La iniciativa empresarial es una actividad que, como la creación artística o la investigación científica, da respuesta a esa necesidad tan íntima del Ser Humano que es el descubrimiento; el descubrimiento continuo de una realidad que, cambiante cada día, te exige templanza, claridad mental, fuerza interior y capacidad de sacrificio.
Impulso Innovador
Es evidente que no existe Iniciativa Empresarial sin una Idea de Negocio. Se trata de ese alumbramiento sobre de qué forma, mediante un producto o servicio, se va a solucionar un problema o aportar ventajas de valor a un entorno determinado de posibles clientes. El proceso lógico sería el siguiente:
- detectar un problema que se quiere solucionar;
- plantearse el cómo se pretende solucionar, para, finalmente,
- encontrar el público que podría estar interesado.
Y, a partir de ahí, diseñar y crear los productos y servicios.
La Idea de Negocio es, sin duda, parte esencial de la iniciativa. En su más amplia extensión, permite definir la razón de ser del proyecto y, en un plano más trascendente, determina “ la huella que se quiere dejar” o, mejor todavía, el “qué vamos a hacer por los demás para alcanzar nuestros objetivos”.
Es alrededor de la Idea de donde se sacarán los elementos esenciales para la expresión de la Misión, o “razón de ser de la organización”.
Pero la Iniciativa Innovadora va mucho más allá de la primera Idea de Negocio, no se queda anclada en ese supuesto de arranque. Ser empresario significa:
- hacer el Plan de Negocio;
- buscar inversiones;
- conformar un equipo;
- marcar el rumbo y el marco general de actuación
Pero la Innovación deberá estar presente a lo largo de toda tu carrera profesional; no podrá detenerse nunca. Estamos hablando de una especia de inquietud existencial: análisis de oportunidades, búsqueda de opciones de negocio, o lanzamiento de nuevos proyectos dentro del proyecto principal. Porque no solo hablamos de nuevos productos o servicios, o de propuestas para un mejor aprovechamiento de los medios disponibles; hablamos de innovación referida a nuevas técnicas, más conocimiento, enfoques diferentes, herramientas novedosas… o nuevos paradigmas de gestión.
El Impulso Innovador es parte consustancial de la Iniciativa Empresarial, tanto al inicio del proyecto, como a lo largo de toda su existencia.
El Sueño Empresarial
No se concibe un empresario sin Sueños, entendidos como la sana ambición de «a dónde quieres llegar con el proyecto»… aunque en realidad yo creo que los Sueños son connaturales con cualquier Ser Humano…
Estamos hablando del “¿Qué quieres ser de mayor?” “¿Dónde ves el proyecto empresarial en su situación ideal; imaginada, pero tangible; soñada, pero posible?”
Y aquí, la posición más poderosa es ser lo más ambicioso que uno sea capaz: The only thing to fear, is fear itself!
Nos referimos, lógicamente, a la Visión, o “El arte de ver las cosas invisibles”, según Jonathan Swift, escritor irlandés (1667-1745).
No quiero extenderme más en este punto: cualquier empresario que esté leyendo esto sabe muy bien a qué me refiero, porque todo empresario tiene su Sueño, tiene su Visión… aunque no la haya expresado nunca en una frase.
Espíritu Emprendedor… Impulso Innovador… Sueño Empresarial.
¡La Iniciativa Empresarial está servida!
Ahora “solo” queda llevarla a la práctica… con éxito.
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