Por José María Garrido

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Las organizaciones ganan o pierden dinero todos los días, no por las decisiones tomadas en las oficinas de los directivos, sino por las miles de decisiones tomadas por los empleados en toda la organización.

Estas decisiones (ofrecer descuentos, aceptar devoluciones, seleccionar proveedores, crear inventarios, etc.) deben tomarse de forma alineada con las que se toman en la oficina de más arriba, al bajar las escaleras, en la planta de fabricación y en todo el país (o todo el mundo, dependiendo de hasta dónde se extiende la organización).

Idealmente, todos deben mirar la misma imagen del futuro.

El filósofo Santayana definió al fanático como “alguien que pierde de vista el objetivo, y en consecuencia redobla esfuerzos para (no) alcanzarlo”. Es decir, que como decía Séneca, si no conocemos el puerto de llegada, ningún viento es favorable.

Los líderes deben proporcionar una imagen del futuro lo más diáfana posible, clarificando la ambigüedad y pintándola con tanto detalle como sea posible. Esa imagen del futuro se convierte en la plantilla que los empleados pueden usar para guiar su toma de decisiones diaria.

¿Es este proveedor consistente con ese objetivo de calidad? ¿Esta política con los clientes nos ayuda a lograr esa penetración en el mercado? ¿Esta política de precios nos ayudará a conseguir la imagen que buscamos?

 

¿Estás creando una imagen, una visión del futuro que es comunicada y es relevante para los empleados?

¿La estás pintando en colores, o solo en blanco y negro?

¿Es su lienzo lo suficientemente grande como para admitir los detalles, el alcance y proporcionar una perspectiva real?

Sin una visión del futuro de la empresa, la gente se centrará en lo que la empresa es hoy. Sus decisiones y acciones perpetuarán el estado de cosas actual o, peor aún, el estado de cosas de ayer.

He observado constantemente que las organizaciones realizan un excelente trabajo de capacitación, educación y desarrollo de su gente para satisfacer las necesidades… del PASADO, cuando deberían centrarse en las realidades del mañana. La “función Formación”, habitualmente reservada a los departamentos de RRHH, no es ni de lejos la más adecuada para pintar ese cuadro: es una responsabilidad indelegable del líder.

Las decisiones de hoy deberían ser guiadas por las necesidades de mañana. Ayuda a tu gente a visualizar la dirección de la empresa.

Con frecuencia, las organizaciones siguen una dirección que ha sido establecida por defecto. La falta de una visión y estrategia claras significa que cada viento y cada marea afectará al campo de acción, y los competidores, las condiciones económicas, las regulaciones gubernamentales y las tendencias sociales ejercerán su influencia.

Como los empleados perciben estos eventos de diferentes formas, sus decisiones consiguientes variarán en consecuencia, creando conflictos y confusión en las actividades y operaciones. En lugar de una imagen clara, todos están viendo un caleidoscopio cambiante, interpretando los colores y las formas lo mejor que pueden.

Sí, durante todos los párrafos anteriores estoy hablando de la palabra mágica: ESTRATEGIA.

Los atributos de una estrategia clara deben incluir:

  • Cómo se verá la empresa, estructuralmente.
  • Cómo interactuará con sus clientes.
  • Cuáles serán sus principales objetivos y medidas de éxito.
  • Cómo se interactuará internamente.
  • Qué medidas de desempeño serán más valoradas.
  • Cómo los actores (empleados) pueden contribuir mejor a los objetivos.

En otras palabras:

  1. ¿Hacia dónde vamos?
  2. ¿Cómo llegaremos allí?
  3. ¿Cómo sabremos que estamos progresando? …y
  4. ¿Cuál es nuestro papel durante el viaje?

Pinta con trazos llamativos y colores vivos.

Y si cometes un error, corrígelo. Incluso Da Vinci estaba constantemente mejorando lo que había en su lienzo.

 

LAS TRES CLAVES PARA EL ESTABLECIMIENTO DE LA ESTRATEGIA

  1. Un énfasis excesivo en el «cómo» creará una dirección por defecto. Ayuda a todos a entender el «qué». No puedes establecer un rumbo adecuado a menos que sepas el puerto al que te diriges.
  2. Haz que el futuro sea lo más concreto y tangible posible, aunque tengas que modificarlo periódicamente. La ambigüedad tendrá como resultado puntos de vista diferentes e incluso contradictorios por parte de los responsables de tomar decisiones.
  3. No dudes en cambiar de rumbo cuando sea necesario. Puedes imaginar un puerto mejor o ver una tormenta acercándose en el rumbo actual hacia el puerto de destino. Y, por supuesto, mantén informada a tu gente para que puedan ajustar sus decisiones.

José María Garrido es profesional agroalimentario, consultor y docente. Después de trabajar 24 años como directivo, en la actualidad ayuda al empresario a aumentar el rendimiento consistente de su organización. Leer más...

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