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El liderazgo para la implantación de la estrategia es como montar en bicicleta.
Hay 10 rasgos de liderazgo de «rueda trasera» y hoy vemos el #15: Escuchar cuidadosamente.
Continuamente me sorprendo de cuántas organizaciones nos piden ayuda para desarrollar habilidades efectivas de comunicación y con qué frecuencia la “escucha” aparece en encuestas y estudios como un rasgo de gestión tan esencial como ausente.
Y finalmente he llegado a una conclusión: los jefes son escuchantes pasivos, mientras que los lideres son escuchantes activos. Esto es, que los líderes se concentran en escuchar y ponen en ello el 100% de su esfuerzo. De hecho, son capaces de “escuchar lo que no se dice” y determinar sus acciones de acuerdo con ello.
Eso de “Gestionar dándose una vuelta” se ha convertido en una de esas frases maravillosas, alegóricas y completamente vacías de nuestro tiempo. La mayoría de los directivos que he observado se dan una vuelta para ver solamente lo que ellos quieren ver y para escuchar tan sólo lo que quieren escuchar. Y lo cierto es que pueden hacer un trabajo mucho más efectivo quedándose en sus oficinas sin entorpecer la productividad de todos los demás.
Esto es porque darse una vuelta se ha convertido muchas veces en una especie de “actividad evidente de liderazgo” (un rasgo de “rueda delantera” en nuestros particulares términos) cuando esa misma postura impide la habilidad de escuchar (…porque estás demasiado ocupado “dejándote ver”).
Los lideres escuchan a la gente, los detalles, y el pulso de la organización. A menudo es percibido como un comportamiento muy tensionante para la otra persona, pero es una fuerza absolutamente esencial para el funcionamiento de “la rueda de atrás”.
Por ejemplo. Durante unos años tuve la oportunidad de relacionarme con un Director de Calidad que, en el plazo de tan sólo cuatro años, llegó a ser Director General de una empresa que era proveedora de la nuestra.
Prácticamente nadie podía entender la velocidad de su progresión, ya que era una persona de “movimiento lento”, un tipo infinitamente paciente que parecía malgastar una cantidad infinita de horas y días hablando con la gente (o, mejor, animando a los demás a hablar). La gente que no llegaba a entenderle decía que era “muy político”. Escuchaba como ninguna persona lo había hecho antes en aquella empresa.
Solía exhibir un interés genuino en las opiniones y análisis de otros, y solía sentarse “pasivamente” durante horas escuchando.
De lo que me di cuenta es que este hombre ponía en práctica un comportamiento extraordinariamente activo: por un lado, estaba convirtiendo la información en sabiduría sobre su compañía y su orientación, y por otro, estaba estableciendo relaciones que animaban a la gente a acudir a él todavía con más información.
Y estaba abierto a todo: lo bueno, lo malo y lo indiferente. Sus detractores le llamaban “esponja” por su infinita capacidad de absorber malas noticias.
Terminé viéndolo como un líder formidable cuyo rasgo más desarrollado era su habilidad para escuchar activamente.