hotel

Por José María Garrido

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Hacía muchas semanas (¡meses!) que no pernoctaba en un hotel. Mi desplazamiento reflexivo a Cambridge me había alejado de estos inseparables compañeros de vida profesional que son los hoteles. A poco que trabajes en una empresa con un cierto nivel de responsabilidades, ya sabes a qué me refiero. Y no digamos si te dedicas a labores comerciales o de compras En ese caso… ¡habrás pasado la mitad de tu vida en hoteles!

El hotel es el refugio necesario del viajero por trabajo («de negocios», como ampulosamente se le llama). Es ese lugar íntimo, a la par que solitario, al que te mueres de ganas por llegar después de un intenso día de actividad o de sesudas reuniones, aunque solo sea por el placer de desabrocharte la camisa o quitarte los zapatos. Pero lo cierto es que, en muchas ocasiones, los hoteles te juegan malas pasadas, repiten sucesivamente el mismo tipo de incongruencias, generan anécdotas y, en fin, hacen que las experiencias que tenemos en ellos o relacionados con ellos forman parte de nuestro CV.

 

La semana pasada volví a pasar un par de noches en un hotel, en este caso en Madrid. El hecho de volver a uno de ellos disparó mis recuerdos, tópicos repetidos o situaciones singulares que he experimentado en tantos años de convivencia mutua obligada. Así que me he decidido a escribir esta entrada, a modo de válvula de escape de esas experiencias. Supongo que alguna de ellas te será familiar a ti también.

Pero, antes de empezar, te aconsejo que veas este vídeo. Trata sobre recomendaciones geniales a la hora de hacer la maleta y ahorrar espacio, muy adecuado para cuando te mueves en avión. Son dos minutos y medio que merecen la pena.

En el baño

Una de las cosas que más apetece nada más llegar a la habitación del hotel es… ¡lavarse! Desabrochada la camisa y bien arremangado, uno se abalanza materialmente sobre el lavabo, abre el grifo, regula la temperatura y siente el placer del correr del agua tibia sobre sus manos, muñecas y cara. Y es en ese momento cuando te dispones a abrir el paquete del jaboncillo… cosa que es materialmente imposible. ¿Por qué es tan difícil romper el plástico del jaboncillo? Si ya lo es en seco, con las manos mojadas el empeño se convierte en una pelea totalmente desigual, de la que el maldito jaboncillo siempre sale vencedor. Los que se dedican a envasarlos, ¿no conocen el sistema abrefácil? Cuando ya no has conseguido abrirlo con los dientes, lo dejas por imposible y tratas de utilizar un poco de gel de baño para lavarte, claro.

Una cosa cada vez más frecuente en los hoteles «cool» son los lavabos de moderno diseño, con poco fondo y casi sin desnivel, de atractivos materiales de color negro pizarra o blanco impoluto. Pero… esa falta de desnivel, unido a que el desagüe está atascado con frecuencia, hacen que el agua sucia se quede ahí un rato. Además, como son de borde bajo, terminas poniendo todo perdido. ¡Qué buen servicio han prestado siempre los Roca de toda la vida! Al menos en todos los del mundo, a excepción de los británicos, los grifos permiten la mezcla del agua a la temperatura deseada. ¿No han descubierto todavía en Inglaterra los grifos monomando?. El proceso termina cuando utilizas una toalla que, más que secar, simplemente rasca: fina, cual papel de fumar. ¡Ya veremos mañana, al terminar la ducha! Y del llamado secador de pelo, mejor ni hablamos.

 

La cama

Una de las cosas que mejoró hace ya unos cuantos años fue la calidad de colchones y somieres. Es cierto que, salvo honrosas excepciones, ya no es habitual encontrarte con aquellas pésimas calidades que se hundían con tu peso, generándote una lumbalgia para todo el día siguiente. Pero las almohadas siguen siendo la gran asignatura pendiente del necesario descanso hotelero. Almohadas tan finas que son inexistentes cuando apoyas la cabeza sobre ellas (y colocar dos de éstas nunca ha sido solución), u otras gruesas y duras como piedras. La espalda ya sale bien después de una noche de hotel, pero el cuello te la estará recordando a lo largo de la siguiente mañana, si no algo peor. ¿Por qué en lugar de colecciones de cojines inservibles adornando las camas, los hoteles no disponen (¡por ley!) de un menú de almohadas adaptado a las necesidades de cada viajero? Ducha y cama son las razones esenciales de la existencia de un hotel; ¡ambas deberían estar cuidadas al máximo!

 

Nuevas tecnologías

Parece que los hoteles españoles ya se han dado por enterados de que la wifi es un servicio más de su oferta al cliente, y han dejado de perpetrar su cobro adicional. Que lo hagan los hoteles de Las Vegas, en donde se cobra hasta por respirar, pase, pero que te la cobraran en hoteles de negocios no era en absoluto aceptable.

Tampoco se ofrece ya el servicio wake-up call («¿A qué hora quiere que le llame mañana, caballero?); ahora son  nuestros smartphones quienes nos despiertan a las mañanas. Pero… en lugar de apagarlo cómodamente desde la cama… hay que levantarse a hacerlo, sin permitirnos los 5 minutillos de regodeo en la cama. ¿Qué pinta el único enchufe disponible de la habitación, con el que cargar el móvil durante la noche, a 6 pasos de la cama?.

 

La tarjeta-llave

Hace algunos años fui con un compañero a Londres. Teníamos unas reuniones de trabajo el lunes, y llegamos a nuestro hotel, situado en el propio aeropuerto, el domingo por la mañana, así que decidimos ir al centro de la ciudad a hacer un poco de turismo. Se nos ocurrió visitar el famoso Museo de Cera de Madame Tussauds. En una zona del mismo bastante oscura, sentí que alguien tropezaba conmigo, y seguía su camino. Cuando al salir fui a buscar el billete de metro en mi cartera, comprobé que no la tenía: ¡me la habían robado!

¡Vaya lío, y en Domingo! Anular tarjetas de crédito, comisaría de policía a poner la denuncia, obtener un documento con el que me permitieran salir del país (mi DNI estaba también en mi cartera), etc. etc. Después de 4 horas de gestiones, decidimos volver a nuestro hotel en Heathrow.

Cuando entramos en nuestra habitación… ¡¡nos habían robado también en la habitación!!

Mi tarjeta-llave, que estaba en mi cartera, iba cuidadosamente metida en el sobrecito con que te la entregan en recepción, con los datos de nombre del hotel, dirección, número de habitación… Los ladrones habían utilizado ese magnífico plano de situación que mi inocencia les había proporcionado para completar su golpe con las cosas de valor que encontraron en nuestra habitación. Sobra decir que fue la última vez en mi vida que cometí la imprudencia de llevar la llave de esa forma, claro.

Por cierto: «Una habitación doble para una persona: 100» «Una habitación doble para dos personas: 150». ¿Por qué en Estados Unidos es el único país en el que te cobran por habitación, independientemente del número de personas que pernocten? Debe ser el coste de lavar las toallas, digo yo…

 

Pues eso, que si quieres añadir más anécdotas de hoteles/viajes de trabajo, te ofrezco la sección de comentarios de aquí abajo. ¡Cuéntanos las tuyas!

P.D: Mi hotel de Madrid tenía unas toallas impresionantes; la cama (incluida la almohada), de lujo; el enchufe, junto a la mesilla… pero no pude abrir el jaboncillo.

 

 

José María Garrido es profesional agroalimentario, consultor y docente. Después de trabajar 24 años como directivo, en la actualidad ayuda al empresario a aumentar el rendimiento consistente de su organización. Leer más...

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