Ser «insensible” significa “incapaz de apreciar algo o de reaccionar emocionalmente ante ello”. Vendría a ser acostumbrarse a algo que es (generalmente) desagradable.
Desde el inicio de la invasión de Gaza por el ejército israelí, hemos estado ¿escuchando? en los informativos el dato diario acumulativo del número de víctimas. También hemos ido viendo esquemas, mapas e informes del “inexorable avance” de los blindados y la infantería “limpiando el terreno”. Además de alguna imagen de “vídeo juego” de la precisión de los misiles. Lo mismo ocurre con la guerra de Ucrania o con el incesante conteo diario del número de… ¿inmigrantes o simplemente “migrantes”? que llegan y se van “acumulando” en Canarias o en Ceuta.
Pasado un tiempo, nos acostumbramos (insensibilizamos) y las cosas parecen menos horribles porque la sobreexposición puede embotar los sentidos. La otra noche, en la tercera temporada de Billions que estamos viendo, hubo una extensa desnudez frontal completa en el episodio. El 11 de agosto supimos de una matanza (93 muertos) en una escuela de Gaza llena de desplazados.
Vemos frecuentemente muertes horribles de carretera en la televisión, junto con daños gigantescos y catastróficos por incendios o desastres naturales. Desde luego, hubo un tiempo en el que ese tipo de noticias no se extendían a la velocidad que lo hacen hoy y se transmitirían por vía oral de pueblo en pueblo. Esa velocidad aumentó, con una eficacia mucho más potente, con inventos sucesivos como el correo, el telégrafo, el teléfono y la radio. Pero incluso con ellos, faltaba la visualización, excepto con las obras de arte y después con la fotografía, que tenían limitaciones evidentes. Nosotros mismos vivimos durante años la censura, que con su ingenuidad maledicente convertía un adulterio en incesto en el caso de Mogambo, la película del maestro John Ford.
El mundo parece haber absorbido rápidamente el horror del ataque de Hamas a los kibutz israelíes, que se tradujo en mujeres torturadas, violadas y asesinadas; niños con las cabezas cortadas además de los cientos de rehenes secuestrados. Parece que aceptamos el interminable derramamiento de sangre en Ucrania. Se nos cuenta cómo dictadores en todo el mundo encarcelan a los manifestantes, pisotean elecciones, eliminan a la oposición e incluso matan a sus enemigos en suelo extranjero.
No quiero hacer comparaciones ni, por supuesto, hablar de política en este blog, pero incluso en nuestro país los acontecimientos van a tal velocidad que perdemos la perspectiva de decisiones (indultos, derogación de la sedición, reducción de la malversación, amnistías “a la carta”, presiones del poder político al poder judicial, (posible) ruptura de la solidaridad interterritorial, federalización) que, al menos, deberían ser objeto de una reflexión más “pausada” y de un esfuerzo por el mantenimiento de ciertos consensos. Porque sin unas reglas de juego respetadas y ampliamente aceptadas, la estabilidad de las sociedades se ve seriamente amenazada.
Quizás realmente necesitemos detenernos, mirar, escuchar y evaluar.
Cuando aceptamos el puro horror como noticias cotidianas, ya no nos centramos en ello. Lo ignoramos y, por lo tanto, lo apoyamos pasivamente.
Son los riesgos de la insensibilidad.
“Nuestra ciencia nos ha hecho cínicos; nuestra inteligencia, duros y faltos de sentimientos.” – Sir Charles Chaplin en El Gran Dictador.
“Usted nunca será una hortaliza porque incluso las alcachofas tienen corazón.” – Audrey Tautou en la película Amelie.
“Nos acostumbramos a la violencia, y esto no es bueno para nuestra sociedad. Una población insensible es una población peligrosa.” – Isaac Asimov.
“Para aquellos que son guerreros, cuando se enfrentan en combate, el aniquilamiento del enemigo debe ser la única preocupación. Suprimir toda emoción y compasión humana. Matar a quien quiera que se ponga en el camino, aún si es el mismo Dios, o Buda. Esta verdad está en el corazón del arte de combatir.” – Sonny Chiba (Hattori Hanzo en la película Kill Bill).