Soledad del empresario

Por José María Garrido

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Hace tan sólo unos días tuve la oportunidad de apreciar de primera mano la soledad del empresario, aunque desde perspectivas radicalmente distintas.

En la misma semana mantuve dos largas y profundas conversaciones con sendas personas, embarcadas en cuerpo y alma en sus proyectos empresariales, pero en situaciones vitales muy diferentes.

Se trataba, por un lado, de una mujer emprendedora joven con lo que todavía no es más que una idea, a pesar de que lleva estudiándola muchos meses, después de haber quemado las naves del trabajo por cuenta ajena.

Mi otro interlocutor era un empresario de más de 60 años, con toda una vida (¡casi 50 años!) dedicada a su proyecto empresarial.

Dos realidades muy diferentes, pero con el nexo común del espíritu empresarial, de los sueños que quieren hacerse realidad y, sobre todo, de la soledad del empresario/emprendedor.

Te voy a contar estas dos experiencias, por si te sirven de inspiración.

 

La joven emprendedora

Lola (nombre ficticio) es una mujer de algo menos de 40 años con una larga experiencia en el mundo del Marketing alimentario.

Ha desarrollado su carrera profesional en empresas importantes en diferentes partes de España, manejando presupuestos voluminosos que utilizó para reactivar con éxito la imagen de marca de las industrias en las que ha trabajado. Se define a sí misma como una “muy buena coordinadora de equipos”, a los que ha sabido sacar el máximo rendimiento con resultados tangibles.

Las circunstancias (o sea, la maldita crisis) le obligaron a dejar su último trabajo hace ya muchos meses. Las opciones de empleo existentes no le convencían; algunas por la poca dimensión e interés de las opciones, otras porque no le daba seguridad la personalidad de sus hipotéticos jefes (lo que demuestra su madurez profesional). Una idea de negocio le rondaba la cabeza desde hace tiempo, así que decidió dedicarse a ella por completo.

Después de una detallada explicación de su proyecto, vino la primera parte de la auténtica conversación: “¿Tienes motivación para iniciar el camino del emprendimiento, o tan sólo tienes motivos? Es curioso, pero Lola no había visualizado con claridad su sueño, así que tuvimos que dedicar tiempo a descubrir cómo es, qué color tiene y a qué sabe el éxito que está buscando.

Entramos también en asuntos mucho más concretos que iban desde la definición del proceso de fabricación, los requisitos sanitarios legales, las fuentes de materias primas, las opciones de localización de la fabricación, o las inversiones en equipos.

Vi a Lola segura en los aspectos de comercialización y marketing del producto (no en vano se trata de su especialidad), pero con muchas dudas en los otros temas. Afortunadamente, ambos podemos considerarnos complementarios en este aspecto: yo no soy ningún especialista en sus puntos fuertes, pero conozco muy bien los detalles de los flujos de producto, la calidad y la seguridad alimentaria, los procesos operativos o las condiciones necesarias en cuanto a equipos y ambiente de trabajo.

Tampoco estaba definitivamente segura sobre el mejor formato de comercialización del producto, ya que casi cada semana encuentra en sus interminables navegaciones por Internet opciones y variantes sobre la misma idea original. Pero el punto de mayor trascendencia para mi fue cuando empezamos a hablar de sus aliados/socios en la aventura.

Lola está desorientada y completamente sola en su aventura

Me habló de un amigo experto en las materias primas que necesita, pero que «tiene mucho trabajo” y está dedicado prácticamente al 100% a él; me habló de alguien que había conocido que llevaba unos meses intentando reflotar una cooperativa en quiebra “que me ha ofrecido todas las facilidades del mundo” para trabajar su proyecto en sus instalaciones… y con quien tenía cita al día siguiente para cerrar un acuerdo de colaboración a la que iba a acudir con un documento de confidencialidad… ¡que ella misma había redactado!

Aunque pueda parecer lo contrario, Lola se encuentra desorientada y completamente sola en esta aventura. Como lugar de trabajo utiliza un piso prestado por un amigo, en una urbanización alejada del núcleo urbano más cercano, sin ningún tipo de servicio. Su vida diaria parece desarrollarse con cierto desorden. La disciplina horaria del trabajo por cuenta ajena ha sido sustituida por interminables sesiones nocturnas en Internet, que en la mayoría de los casos finalizan con la llegada del amanecer. Casi en cada sesión encuentra nuevas opciones, otras posibilidades, diferentes enfoques para su proyecto.

Llevaba meses sin realmente haber empezado nada concreto, mientras  la caja de resistencia (los ahorros) iba menguando, lo que incrementaba su inquietud y su zozobra, que le estaban empujando a “hacer lo que sea”, incluido  “vender mi idea por unos miles de euros al primero que estuviera dispuesto a pagarle”… por entregar humo. Y así se lo hice ver.

Le quité varias ideas contradictorias de la cabeza, le recomendé que suspendiera o aplazara la reunión del día siguiente, le di unas indicaciones para poder empezar, con muy poca inversión, a testar su idea en la realidad (lo que hoy se llama Lean Canva) con sus primeros potenciales clientes (los early adopters). Quise dejarle claro que lo que necesitaba era pasar a la acción inmediatamente, pero por sí misma, sin ponerse en manos de personas de intención dudosa, y que reflexionara seriamente pero con calma sobre la posibilidad de acompañarse por algún socio que realmente aportara, de alguna forma bien analizada, valor a su proyecto.

No pude resistirme a ofrecerle, a cambio de unas cañas, unas sesiones de coaching para trabajar juntos algunos puntos de mejora en su vida. Me apetecía mucho acompañarle en un camino de autoconocimiento y desarrollo personal para que vuelva a tener conciencia de su propio potencial, y también de sus bloqueos. Creo que le va a venir muy bien encontrar sus propios recursos personales para alcanzar objetivos.

Una historia que, por tanto, tan sólo acaba de empezar.

 

El empresario maduro

Juan (nombre ficticio) empezó a trabajar casi de pre-adolescente en la tienda de comestibles de sus padres, allá por 1968. En 1992 toma una decisión trascendental en su vida: con la colaboración de sus hermanos como socios en el capital, decide construir una pequeña planta de fabricación donde manufacturar artesanalmente los productos. Ya en 1995 contrata a alguien para que haga ese trabajo, mientras él se dedica “a viajar por España para conseguir clientes, y a pensar en nuevos productos mientras hacía los largos trayectos en coche”, me comentaba con una sonrisa no exenta de sano orgullo.

Me decía, con evidente satisfacción, que “la fábrica ha sido siempre el punto de reunión familiar. Todos, con mujeres e hijos, nos juntábamos aquí a comer a diario”, y hace unos años sus hermanos se incorporaron también a trabajar en ella.

“Nunca hemos tenido ningún problema. Nos repartimos las responsabilidades entre los tres, decidimos las cosas juntos, y todos aportamos todo lo que podemos al negocio”. Un negocio que a partir de 2009 vivió la sacudida de la crisis con la correspondiente caída de ventas, que en 2010 le obligó a dar el salto de la internacionalización “y a empezar a vender por Europa”… y que hoy tiene en las exportaciones el 60% de sus 7 millones de € de facturación (38 empleados). Una empresa saneada financieramente, en un sector en crecimiento, y con perspectivas de mercado realmente atractivas.

Parecería que Juan pretende quitarse algo de importancia o, mejor dicho, repartir equitativamente entre sus hermanos la responsabilidad de los éxitos. “Bueno sí, yo llevo el cargo de Gerente, pero no tiene importancia”; “me ocupo de los clientes y de orientar la apertura de nuevos mercados”; “suelo pensar en nuevos productos y formatos, como he hecho siempre”; “cuando les digo a mis hermanos que hay algo para repartir, o que este año no es conveniente hacerlo, siempre me dicen que está bien lo que yo decida”; “mi ilusión habría sido comprar esa fábrica en Burdeos, porque para entrar en Francia tienes que ser francés”, etc. etc.

Juan es, sin lugar a dudas, el alma y líder de su empresa. Un empresario de raza, de los que empujan con el corazón y gestionan con la cabeza.  Enérgico pero amable. Perro viejo dotado de gran sentido común. Maestro en utilizar esa mirada que literalmente te desnuda, pero provista a su vez de calidez y sinceridad.

 

Pero, a pesar de todo lo que cuenta, Juan está viviendo en solitario la responsabilidad por el futuro.

A sus más de 60 años (repite su edad con frecuencia…), viudo y con los hijos “perfectamente colocados” viviendo fuera de España, Juan está experimentando la incertidumbre de no saber qué pasará con su empresa, de que está llegando el momento de dejarlo, pero sin saber cómo. Afirma que “es algo que no hablamos entre los hermanos”, pero su gesto fingido de tranquilidad no oculta su preocupación, porque él sí se lo plantea: Él consigo mismo.

Juan se encuentra solo, y necesitado de ayuda con una visión objetiva

Los hijos y sobrinos en sus cosas, los hermanos “aprendiendo el oficio en base a lo que les enseño: sólo llevan aquí 6 años. Quizás el pequeño…” que está más cerca de los 50 que de los 40. En un momento suelta, no sin enfado: “¡Igual busco un gerente!”. “¿Un gerente con tus hermanos como accionistas y al mismo tiempo trabajadores?” le digo. “O igual vendemos si hay alguien que quiera comprar, y punto”, dice con evidente dolor.

La transición en la empresa familiar, una de las grandes dificultades a las que, tarde o temprano, debe enfrentarse el empresario y, con él, todos los integrantes de la empresa.

En agradecimiento a su sinceridad, quise mojarme y le di mi punto de vista. Pero es evidente que Juan se encuentra solo, y necesitado de ayuda con una visión objetiva.

 

Las soledades de la responsabilidad

Dos conversaciones muy inspiradoras, al menos para mí, que me han confirmado una vez más que la Misión de Garrido Fresh Mentoring de acompañar al empresario en sus dudas e incertidumbres tiene hoy más vigencia que nunca.

Ser consciente de que tu vocación tiene sentido en este mundo es una de las sensaciones más enriquecedoras que se pueden experimentar.

Sin duda es muy reconfortante pensar que se pueden conseguir los objetivos profesionales propios ayudando a los demás a alcanzar los suyos y, de paso, aportar lo que uno tiene a la transformación del sector Agroalimentario español.

¡Seguimos adelante!

 

Imagen cortesía de Nenetus at FreeDigitalPhotos.net

José María Garrido es profesional agroalimentario, consultor y docente. Después de trabajar 24 años como directivo, en la actualidad ayuda al empresario a aumentar el rendimiento consistente de su organización. Leer más...

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