Todo empezó cuando tú o algún antecesor tuyo tuvo una idea, y tomó la decisión de llevar esa idea a la práctica. El proyecto de empresa se puso en marcha.
Pero, antes o después, el emprendedor fue consciente de que no podía hacerlo todo él solo, y tomó la decisión de contratar a su primer empleado, al que luego siguieron otros más. Si te das cuenta, ahí comenzó realmente el proceso de delegación de actividades, ¿no?.
Has oído un millón de veces (incluido en este blog) que los empleados son el activo más importante de tu compañía. Decimos continuamente que en una sociedad avanzada como la nuestra las personas son el pilar clave de cualquier empresa competitiva, ya que sus conocimientos, competencias y capacidades son un elemento diferencial. Has escuchado muchas veces que el empresario y otras personas con responsabilidad deben generar las condiciones del entorno que permitan desarrollar las capacidades de las personas y hacerlas plenamente partícipes del proyecto común.
Desde luego, yo lo creo por convicción pero, sobre todo, por mi propia experiencia vivida. Pero quizás haya llegado el momento de analizar en profundidad este asunto.
Desde luego, yo considero que el tema de los empleados es el asunto más complejo y a la vez más apasionante de la gestión empresarial. Por eso, verlo con detalle (y esa es mi intención), alejándonos de las frases bonitas y grandilocuentes que circulan por Linkedin y otras las redes sociales, va a llevarnos tiempo. De hecho, por muchos artículos que se escriban sobre el tema, posiblemente éste nunca estará completamente abordado en todas sus caras y en toda su profundidad.
En cualquier caso espero que, con la misma intención de siempre, lo que vaya a decirte no te decepcione y te ayude a verlo con la claridad suficiente.
Algunas premisas de partida
En alguna entrada anterior ya he citado, aunque sea de pasada, que una cosa es el empresario, y otra distinta el resto de los integrantes de una organización. No quiero dedicarle mucho tiempo a este asunto, porque creo que es obvio: empleados son todos aquellos que mantienen una relación con la empresa (sociedad mercantil) a través de lo que se denomina contrato de trabajo. Simplemente lo señalo para dejar claro que todos, desde el directivo de mayor nivel orgánico hasta el operario que firmó su contrato el mes pasado, son empleados de la empresa.
Por otro lado, en esta entrada también hablé de los dos niveles de intercambio de valor entre la empresa y el empleado: el nivel 1, como un intercambio de trabajo por salario, y el nivel 2, de un intercambio de valor que podemos considerar superior al anterior.
Finalmente, también habrás podido leer (por ejemplo aquí) que he defendido la necesidad de orientar la empresa de manera decidida hacia la creación de valor frente a la simple reducción de costes o el beneficio como centro de las actuaciones.
Por todo lo anterior, creo que lo primero que debemos analizar es qué es eso del valor, antes de meternos de lleno en las claves de su intercambio entre empleado y empresa.
El valor del producto/servicio
Si queremos ser precisos habrá que empezar por decir que el producto/servicio de una empresa no tiene valor en sí mismo.
¿Sorprendido por esta afirmación? Vamos a verlo con un poco de perspectiva.
No podemos desligar el concepto del valor de un producto/servicio de su destinatario. Los productos/servicios que genera una empresa son cosas, acciones, informaciones, etc. que resultan útiles/necesarias/deseables a alguien, en este caso al cliente, y por ello son valiosas para él, mientras que para otras personas pueden tener un valor muy distinto, incluso no tener ningún valor.
Piensa en la siguiente lista de productos o servicios:
- un piso en Fuenlabrada
- un diamante
- un jet privado
- un diseño de página web
- una botella de brandy
- un teléfono móvil de última generación
- un servicio de reparación de automóvil
- una información adelantada sobre el precio del oro
- una hamburguesa
Estarás de acuerdo en que algunos de ellos son valiosos para algunas personas, para las que lo necesitan o los apetecen, y por ello están dispuestos a pagar dinero por obtenerlos. Pero no para otras, que se quedan indiferentes ante ellos. Seguramente tú mismo ya te has posicionado: no tienes ninguna intención de trasladarte a Fuenlabrada, ni te gusta el brandy, ni tienes inversiones en oro; todos eso, simplemente, no tiene valor para ti: no pagarías nada por ello. Pero eres un obseso de los móviles, tienes coche, y te pirran las hamburguesas; todo eso si que lo valoras, y entrarás a analizar la calidad/precio a pagar por ellos.
Es decir, más que hablar del valor de algo, debemos referirnos al valor para alguien; en el caso de hablar desde el punto de vista de la empresa, el valor para el cliente.
Los productos/servicios/información no tienen valor en sí mismos, sino que es el cliente quien se lo atribuye
Valor vs. Coste
Si avanzamos un poco más, no deberíamos confundir valor con coste.
Es muy habitual, sobre todo el las empresas de producción, hablar de la cadena de valor, según la cual se va añadiendo valor al producto a medida de que éste va pasando por las diferentes etapas. Si somos coherentes con el apartado anterior, es evidente que se confunden dos conceptos. Si el producto en sí mismo no tiene valor hasta que el cliente paga por él, lo que sí es irrefutable es que cada una de esas etapas de la fabricación lo que le va añadiendo es coste. Es cierto que en cada etapa el producto puede ir adquiriendo cualidades que los hagan más apetecible (y caro) para el cliente pero, hasta que éste no lo haya valorado y aceptado (e idealmente, pagado), todas las actividades alrededor del producto (diseño, compras, fabricación, calidad, contabilidad, ventas, etc.) conforman, desde luego, una cadena de coste.
Así que, mejor llamarlo proceso de Realización del Producto.
«Todo necio confunde valor y precio» Baltasar Gracián (1601-1658)
¿El empleado genera valor para el cliente?
Cuando un cliente se enfrenta a un producto o servicio con unas cualidades determinadas, el que éste tenga valor para él a un precio determinado es el resultado de las actividades y los costes del conjunto de la empresa, en su globalidad, y nunca de sus miembros individualmente. El valor percibido por el cliente a un precio determinado (consecuencia de un coste más un margen) es el resultado final de las aportaciones de todas las personas.
Por muy bonito que quede decirlo, el empleado no aporta valor directo al cliente; cada empleado aporta su valor a la empresa, e indirectamente, al cliente. Es la empresa quien puede elaborar y ofertar el producto o el servicio con unas determinadas cualidades que sean de valor para el cliente, y éste pague por él.
Por tanto, es la empresa quien obtiene el valor de cada empleado, y paga por ello.
Es la empresa quien obtiene valor de cada empleado, y paga por ello
El intercambio de valor entre la empresa y el empleado
Para que una empresa sea competitiva es necesario que el precio que pagan sus clientes por sus productos y/o servicios (en base al valor que perciben), en relación al coste de su generación, sea superior a la unidad.
Acabamos de ver cómo la empresa es quien recibe valor (y coste) de sus empleados. Porque, mirémoslo por donde lo miremos, los únicos elementos de una empresa que aportan ese valor son el empresario y sus empleados, es decir, las PERSONAS.
Las personas (empresario y empleados) son los únicos que aportan valor a la empresa
Aunque la relación entre la empresa y el empleado es mucho más compleja que la simple transacción económica, debemos reconocer que el intercambio dinero/trabajo es un punto clave de la misma. Pero, ¿por qué paga una empresa a sus empleados?
Desde luego, una empresa no paga a sus empleados porque trabajen, y mucho menos para que trabajen. ¿Paga una empresa a sus proveedores porque trabajan mucho? ¿El cliente paga para que los empleados trabajen? El intercambio de dinero no es nunca por trabajo, sino por valor aportado. ¿Qué sentido tiene, pues, que algunos dirigentes empresariales defiendan que hay que trabajar más, o más duro, o más horas… en relación a un determinado salario? Como mínimo habría que revisar cuidadosamente esos objetivos, ¿no?
Ahora bien, es mucho más fácil medir horas, o kilos, o unidades, que medir valor aportado por el empleado. Ciertamente, el concepto de valor aportado por el empleado a la empresa, que es un término muy sugerente, suele ser un concepto vacío de contenido: se repite mucho, pero cada uno puede interpretarlo a su manera y entender cosas muy diferentes, aunque suele ser difícil encontrar personas que realmente le den algún significado, y lo normal es que se quede en pura imagen sonora.
¿Qué es valioso para una empresa?
Toda empresa tiene necesidades y, por tanto, será valioso para ella todo aquello que le ayude a resolverlas. Y, de entre todas las necesidades que la empresa tiene, sin duda hay algunas que son más críticas que otras:
- sobrevivir;
- adaptarse a un entorno cada vez más cambiante, más dinámico y más difuso (global);
- captar las necesidades y tendencias del mercado y ser capaces de responder a ellas de forma más efectiva (eficaz y eficiente) que su competencia;
- mejorar y (todavía mejor) innovar;
- conseguir beneficios,
- etc.
Es decir, lo estrictamente valioso para una empresa no es que sus empleados trabajen mucho, ni que lo hagan con la máxima calidad, ni que se esfuercen, ni que consigan muchas ventas, ni que hagan más kilos/hora. Todo lo anterior, siendo importante (incluso muy importante), no es la causa, sino que es la consecuencia.
Porque la auténtica clave de todo lo anterior se encuentra en el interior de cada persona, de cada empleado, y en algunas cualidades bien precisas de éstos. Hay empleados que se empeñan en lograr resultados, analizan situaciones, toman iniciativas, colaboran con otros, lideran, innovan… y es como consecuencia de lo anterior por lo que consiguen más ventas, más productividad o más calidad en su trabajo. Lo auténticamente valioso para la empresa son estas cualidades y actitudes, y sus comportamientos aplicados en el lugar de trabajo. Si las personas aplican esas cualidades a los desafíos de la empresa, todo lo demás (ventas, productividad, calidad, resultados) se obtendrá como algo natural.
Lo valioso para la empresa son las cualidades, actitudes y comportamientos de sus empleados
Bueno, vamos a dejarlo aquí… por ahora.
Pero….. no me negarás que este es un territorio apasionante, ¿a que sí?
Ciertamente apasionante Jose María.
Un punto de vista muy interesante, me gusta mucho la frase:
«Lo auténticamente valioso para la empresa son estas cualidades y actitudes, y sus comportamientos aplicados en el lugar de trabajo»
Un saludo!
¡Muchas gracias Ana!
Es un placer «escuchar» cosas así en el hilo de comentarios de tu propio blog, que con tanto cariño y esfuerzo trabajamos.
Gracias, compañera.