Recuerdo que a finales de los años 70, un caluroso día de pleno mes de julio fui a dar un paseo con un amigo en su coche para estrenar su carnet “recién salidito del horno”. Íbamos con las ventanillas bajadas, porque en aquellos tiempos muy pocas personas de mi pueblo podían permitirse tener coches con aire acondicionado.
En un momento determinado nos cruzamos con otro coche que llevaba las ventanillas subidas y mi amigo, sin yo entender muy bien por qué, dijo algo así como que «algunas personas conducen con las ventanillas subidas y se asfixian de calor simplemente para fingir que tienen aire acondicionado en el coche «.
La verdad es que yo no podía imaginar a nadie haciendo algo tan ridículo hasta que, unos días después, con una temperatura de más de 40ºC, vi a mi amigo pasar con el mismo coche… ¡y con las ventanillas subidas!
Solemos estar más atentos a las faltas de los demás que a las que nosotros mismos cometemos, posiblemente porque… ¡las nuestras nos resultan demasiado familiares!
No tienes que ser psicólogo para interpretar este asunto. Es una especie de “sesgo por saturación” según el cual prestamos mucha más atención y somos mucho más conscientes de determinadas situaciones supuestamente criticables simplemente porque, en realidad, ¡estamos conviviendo constantemente con ellas por nosotros mismos!
Siguiendo con el ejemplo del coche, a menudo algunos conductores protestan con la mayor vehemencia en relación con errores o malas prácticas que ellos, ¡ellos mismos!, cometen con frecuencia, como no usar el intermitente o taponar la salida de otros vehículos en una rotonda.
He escuchado a estudiantes irascibles que se sentían en desventaja porque decían que otros estaban haciendo trampas, a los que después he pillado in fraganti copiando en un examen.
Hay directivos cuyas cabezas están a punto de explotar porque sienten que “todo el mundo está en su contra”, cuando ellos mismos tratan a sus subordinados con desprecio y tiranía.
Reconozco que para mí fue un descubrimiento cuando me hicieron consciente de que, el lugar de mirar a mi dedo índice cuando señalaba “al otro” como causante de mis problemas, en realidad debía mirar a mi dedo pulgar… ¡señalándome a mí!
¿Conoces el dicho sobre «la primera piedra»? Ya sea que se trate de una parábola sobre la indignación por el comportamiento de los demás o por encontrarse uno mismo en una urna de cristal, la verdad es que es bastante cierta.
A menos que alguien se pase de la raya con un comportamiento poco ético o ilegal fundamental, ¿por qué no podemos vivir y dejar vivir a los demás?
(Tampoco estaría de más que se usara usar en la política).
“El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra” – Jesucristo, según S. Juan 8,1-11.
“Dime de qué presumes y te diré de qué careces” – Refranero español.
“Todo hombre tiene tres variedades de carácter: el que realmente tiene; el que aparenta, y el que cree tener” – Alphonse Karr.