Con frecuencia, las cosas de la vida (y en los negocios) no son “blancas” o “negras”, sino que consisten en una infinita gama de “grises”.
Si bien ninguna organización puede ser eficaz con altas tasas de abandono de empleados, tampoco pueden ser efectivas si no atraen y retienen continuamente «sangre nueva».
Muchos de mis clientes actúan como si fueran agencias de empleo, dedicados a generar puestos de trabajo en lugar de a proporcionar productos y servicios apropiados para los clientes.
Uno de los problemas endémicos de las empresas familiares es el nepotismo o, por el contrario, la incapacidad de despedir a un miembro de la familia. Pero incluso en las empresas más grandes, los empleados fijos a menudo son tratados como esos mismos miembros de la familia.
Por el contrario, hay empresas que, por política interna, simplemente eliminaban anualmente al 10-15 por ciento inferior de los empleados.
No estoy sugiriendo medidas draconianas, ni proponiendo el consabido abaratamiento del coste sustituyendo “personal caro por barato”, algo que, además de desleal y falto de toda ética, habitualmente es un desperdicio de experiencia y eficiencia. Pero cuando estás dispuesto a ayudar a las personas a irse, a menudo descubrirás que su trabajo realmente no era necesario, o que esa inversión ahora se puede hacer mejor con un nuevo perfil o cubriendo un puesto diferente.
Y aquellos a los que se les pide que se vayan, también estarán mejor.
Tienes que estar dispuesto a dejar ir si tienes la intención de elevarte y progresar.