«Antropomorfizar» es proyectar cualidades y rasgos humanos sobre animales, plantas y objetos inanimados.
Los niños lo hacen continuamente (hablar con “las cosas”) para dar sentido al entorno que, de otro modo, no pueden interpretar. Pero los adultos también lo hacemos de manera bastante consistente, aunque por otras razones. (Estoy comentando esto con el edificio que tengo enfrente tras la ventana, ya que no se me ocurre nada que escribir para el siguiente párrafo).
Por favor, admite que lo que digo es cierto también en tu caso, como lo es en el mío, de forma que podamos hacer juntos un análisis honesto de este artículo. (En este momento le estoy preguntando a mi ordenador por qué parece ir más lento esta mañana).
Una posible conclusión válida de este tipo de comportamientos es que hacerlo alivia la soledad. Nos aporta una especie de «socialización» porque cuantas más cosas haya presentes y más familiar nos resulten, más se prestan a que las antropomorficemos. De hecho, les asignamos rasgos de carácter e incluso procesos de pensamiento. (Mirando una planta: «¡Estás tan decaída…! Lo siento, te regaré esta tarde». O a nuestro coche, «¡Campeón! ¡Qué bien me has traído» O, por supuesto, a tu perro, «¿Dónde has dejado tu juguete? «).
Sin duda, los reyes absolutos de este fenómeno son los animales de compañía (cómo hablamos y qué le decimos al perro, al gato… o incluso al caballo), pero no es, ni mucho menos, exclusivo de ellos.
La mesa de nuestro salón, cuya superficie es un cristal transparente, puede levantarse y en su interior guardamos, cuidadosamente clasificadas con la etiqueta del lugar, algunas piedras y pequeñas rocas que hemos ido recopilando a lo largo de nuestros viajes (mi favorita es una piedra roja del glaciar islandés Svinafellsjökull, al que accedimos después de una intensa caminata). A veces las admiro y “les digo” que todas juntas no se conocerían, por así decirlo, sin mi mujer, que es quien las recolecta.
Existe una “teoría de la mente” que estipula que los humanos estamos en sintonía, a la hora de entender nuestros razonamientos, motivaciones y comportamientos. Y cómo también tendemos a aplicar las mismas cualidades a las cosas con las que nos encontramos, es decir, aplicamos el antropomorfismo. La “personificación” es la asignación de sentimientos y emociones humanas a los seres y a los objetos no humanos.
Todo esto no es un signo de desequilibrio. Quiero que sepas que estás sano, saludable y normal si actúas de esta forma.
De hecho, estaría preocupado por ti si no lo hicieras. Así que, estoy contigo.
No puedo decirte cuántas veces he escuchado a un gintonic llamarme por mi nombre.
“Incluso si lo saco durante tres horas todos los días, y le doy charla durante una hora más, eso le deja veinte horas sólo sin nada que hacer. Vaya, ¿por qué los perros no pueden leer?” – Nancy Mitford.
“Bajaron hasta el río. Estaba desganado y sucio, lleno de hojarasca y algas verdes; se dolía porque las lluvias no lo habían llenado de agua. Y entonces se quejó. Se quejó de ser demasiado grande. Nunca estaba satisfecho en verano y se pasaba el tiempo gimiendo porque iba a morir, y luego… los ríos siempre son así.” – Jean Giono.
“Es mucho mejor estar solo que en mala compañía.” — George Washington.