Por José María Garrido

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El mayor inhibidor del rendimiento, el disfrute y la libertad que conozco es sentirse culpable.

La culpa es, prácticamente, totalmente autoimpuesta, en el sentido de que, a pesar de las acciones y palabras de los demás, sólo yo puedo aceptar mi propia culpa.

Afirmo lo anterior porque lo contrario es muy cierto.

Ahora que estamos “en temporada”, todos hemos visto a personas que respetuosa y solemnemente asisten con devoción a oficios y procesiones de Semana Santa y realizan todas sus reverencias y rituales. Están, en ese momento, movidos por el espíritu de sus creencias religiosas.

Sin embargo, en cuanto cogen un coche, esas mismas personas piadosas maldicen y gesticulan mientras otros conductores les adelantan.

Si la culpa se puede dejar de lado tan fácilmente, también se puede asumir con la misma facilidad.

Recientemente he aprendido que una clave para eliminar la culpa lo máximo posible es entender que la felicidad en la vida va de sentirse exitoso, no de ser perfecto. Si nos hacemos sentir mal, bajos o inútiles cada vez que no somos perfectos, vamos a llevar una vida llena de culpa.

Pero si reconocemos nuestra imperfección, nos comprometemos con hacerlo mejor la próxima vez y nos esforzarnos por hacerlo lo mejor posible en todas las situaciones, el éxito probablemente será nuestro cuando lo merezcamos y, en ese sentido, el sentimiento de culpa será evitable.

La vida va de éxito, no de perfección.

Aquellos que deberían sentirse culpables (criminales, violadores, estafadores) rara vez se sienten así, por lo que la culpa no juega un papel significativo para aquellos para quienes debería y, sin embargo, aparece con demasiada frecuencia en aquellos en los que no debería.

Como te decía, en estos últimos años he aprendido unas cuantas cosas importantes sobre cómo evitar y/o enfrentarse a la culpabilidad autoimpuesta. Y voy a compartirlas contigo.

No insistas en la perfección; simplemente haz todo lo posible para tener éxito frente a objetivos claramente definidos. En una ocasión escuché decir a un músico profesional que «bien no es lo suficientemente bueno: tengo que ser genial». Esa es una carga que yo, por mi parte, no quiero llevar.

 Examina los «debería» que todos llevamos. ¿Es realmente un crimen no llamar a tu madre todas las semanas, permitir que los niños hagan sus tareas solos o renunciar a contribuir con la campaña del Banco de Alimentos porque el dinero está escaso?

 Encuentra tu “caja de resonancia” de confianza. Dile a tu pareja, amigo o colega que estás empezando a sentirte culpable por algo y deja que esa persona te ayude a analizarlo.

 Separa tus sentimientos de tus acciones. Reconoce que puedes sentirte culpable por algo, pero no actúes necesariamente en consecuencia. Solemos meternos en problemas cuando actuamos estrictamente sobre la base de nuestras emociones sin dejar que la lógica participe.

 Supéralo. Discúlpate. Permítete la misma gracia que le permitirías a otra persona. Si rompiste el viejo vinilo favorito de un amigo, discúlpate y ofrécete a hacer las paces. Busca en Internet un sustituto o cómprale algo igualmente sentimental. Pero no te castigues. Los accidentes, el mal juicio y el descuido ocurren. No será la última vez.

En las películas de abogados se genera gran tensión cuando se le pide al juez o al jurado que emita el veredicto: «culpable» o «inocente».

Tú eres tu propio juez. Llega a un acuerdo con la acusación antes de que se inicie el juicio.

 

“Una persona que se siente culpable, se convierte en su propio verdugo.” – Séneca.

“El hombre puede soportar las desgracias que son accidentales y llegan de fuera. Pero sufrir por propias culpas, esa es la pesadilla de la vida.” – Oscar Wilde.

“La culpa es como un saco de ladrillos: solo hay que descargarlo.” – Al Pacino

José María Garrido es profesional agroalimentario, consultor y docente. Después de trabajar 24 años como directivo, en la actualidad ayuda al empresario a aumentar el rendimiento consistente de su organización. Leer más...

  • Imposible estar en desacuerdo con todos estos comentarios (y lo contrario también sería verdad 🙂 )
    La culpa desaparece cuando te permites «ser humano», errar , equivocarte.. y te aceptas tal y como eres, eso sí, siempre con la actitud de ofrecer tu mejor versión día a día.
    Gran reflexión Jose Mari! Gracias por compartir.

    • Muchas gracias a ti por el comentario, Isabel.
      Además, teniendo en cuenta los tiempos que corren (y lo que «corremos» nosotros mismos), el hecho de que lo hayas hecho directamente en el blog para mí tiene doble valor.
      Un fuerte abrazo.

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