Por José María Garrido

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Hace muchos años, cuando yo era estudiante de BUP, tuvimos en una casa de campo del pueblo una perra, pastor alemán, llamada Layla. Aprendió a abrir la puerta de la verja de la piscina poniéndose de pie sobre sus patas traseras (era más alta que yo cuando lo hacía) y tirando de la manilla de la puerta hacia abajo  con sus patas delanteras.

Hoy en día, una de mis sobrinas tiene otro perro llamado Oto, de color pardo aunque con algunas “canas” debido a los años. Cada mañana, cuando suena el despertador (ni antes ni después), Oto acude a la cama de mi sobrina con su correa en la boca, la deja sobre el suelo y lanza dos ladridos (ni uno más, ni uno menos), espera jadeante a que su dueña se levante y se dirige a la puerta apoyando también sus patas delanteras sobre ella: es la señal inequívoca de que ha llegado la hora de su primer paseo.

Muchos de vosotros tendréis historias de perros como éstas, y todos (espero) sabréis apreciar tales experiencias. Maya Angelou dijo una vez: “Se entrena a los animales, pero se educa a las personas”. Yo no estoy muy seguro de ello…

He estado formando y desarrollando a otros, de manera formal e informal, desde 1990. Sé cómo ayudar a las personas que quieren ser ayudadas. Una de las razones por las que estoy donde estoy hoy (y por las que tú estás leyendo esto) es porque mi tasa de éxito es razonablemente alta, como seguramente también será la tuya. Y cuando alguien no puede ser ayudado por problemas mentales o emocionales profundos, soy capaz de detectarlo y darles un consejo que les permita acudir al especialista o terapeuta que les dé el tratamiento adecuado.

Pero son las personas que no quieren ser ayudadas a las que necesito reconocer desde el principio del proceso. Suelen ser personas que se protegen ante cualquier vulnerabilidad suya que corra el riesgo de hacerse pública. No quieren cambiar de creencias o de comportamientos, y casi siempre son profundamente inseguras. Suelen camuflar lo anterior con manifestaciones del tipo “Siempre lo he hecho así. ¿Por qué tengo que cambiar?”, con argucias como “Esto nunca funcionará conmigo” o con reacciones de autodefensa agresivas “Y si no hago eso, ¿qué vas a hacer?”.

Y luego están las que afirman algo parecido a «Yo ya tengo XX (pon tú mismo la cifra) años de experiencia».

Es aquí cuando suelo afirmar que las personas con autoconfianza creen sincera y profundamente que pueden ayudar a otros a aprender, mientras que las personas arrogantes creen sincera y profundamente que a ellos mismos no les queda nada por aprender.

No podemos ayudar a las personas que no quieren ser ayudadas. No es nuestra culpa.

Desde luego, en mi caso mi intención es buena, pero no soy “Superman” y no hay más cera que la que arde. Así que, en estos casos, me alejo todo lo rápido que puedo del anzuelo.

Ayuda a aquellos que, con gusto y amablemente, aceptan un consejo, pero no te culpes a ti mismo con aquéllos (sean estos clientes, amigos o, especialmente, familia) que no lo aceptarán.

Layla aprendió fácilmente a buscar una pelota, a jugar suavemente con los niños o a ladrar a todos los extraños que se acercaban a «El Huerto». Pero yo no creo que un pastor alemán sea un buen perro de caza, así que nadie intentó nunca entrenarle para esa actividad.

Termino con una frase que me habría encantado que se me hubiera ocurrido a mí, pero que parece ser que es de un escritor estadounidense llamado George Ade: “No te compadezcas de los mártires; les encanta su trabajo”.

 

“Si tienes tiempo para estar con un perro, y el perro es inteligente, entiendes al perro y el perro te entiende a ti. No son difíciles de entrenar. Pero tienen que ser inteligentes y tienes que pasar tiempo con ellos. Es como en el béisbol. Yo era mejor entrenador cuando tenía jugadores inteligentes.” – Connie Mack

“El mentor mediocre habla. El buen mentor explica. El mentor excelente lo demuestra. ¡Los mejores mentores inspiran!” – Lucia Ballas Traynor.

“Casi cada día me asombro de lo ignorante que era hace tan sólo un par de semanas.” – José María «el aprendiz» Garrido

José María Garrido es profesional agroalimentario, consultor y docente. Después de trabajar 24 años como directivo, en la actualidad ayuda al empresario a aumentar el rendimiento consistente de su organización. Leer más...

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