El pasado 22 de noviembre se conmemoró el 60 aniversario del asesinato del presidente Kennedy. Y una vez más, muchas personas dedicaron mucho más tiempo del que yo puedo entender a elucubrar sobre quién lo mató: agentes cubanos, los rusos, la propia CIA, la mafia, pequeños hombrecitos verdes o Bill Gates. Llámame ingenuo, pero yo hace tiempo que llegué a la conclusión de que fue un loco demente con un rifle.
Hace unos años, un hombre murió en Escocia. Era el hombre que había tomado la foto más convincente de «Nessie», el legendario monstruo del lago Ness, con el cuello y la cabeza completamente extendidos desde el lago. La importancia de este evento fue que, en su lecho de muerte, presentó evidencia incontrovertible de los accesorios que había utilizado para falsificar la foto. La mayoría de la gente había sospechado durante mucho tiempo que se trataba de un fraude, y él decidió que dejar las cosas claras antes de morir podría ser una ventaja en la otra vida.
Pero el tema no quedó zanjado con ello. En una entrevista que se puede ver en YouTube al presidente del Comité de Monstruos del Lago Ness del Área de San Francisco, o algo así, ante la pregunta de si ya entonces se disolverían, respondió que los accesorios eran falsos y que el moribundo quería ocultar el secreto del monstruo real.
La gente se involucra en teorías de la conspiración con gran fervor y de manera frecuente. He vivido situaciones de vuelos cancelados con mecánicos arrastrándose por las entrañas del aparato debajo de mí, mientras un compañero de viaje decía en voz baja: «Iberia siempre hace esto cuando no hay muchos pasajeros y no van a ganar mucho dinero con el vuelo”. El hecho de que Iberia se viera obligada a acomodar a todo el pasaje en otros vuelos, tuviera a ese equipo trabajando y que el vuelo fuera expulsado del cronograma de despegues, parecía una mera anécdota frente a la conspiración autodiseñada por la compañía.
¿Por qué se gasta tanto tiempo y energía en teorías que van en contra de los hechos? (Si hay un Basajaun en el bosque o un Yeti en el Himalaya escondido de la vista del público, ¿por qué uno nunca ha muerto y ha aparecido su cadáver? ¿O nunca tienen que hacer sus necesidades, dejando alguna evidencia?)
Yo creo que es porque estas teorías, por complicadas que sean, nos proporcionan cierto control sobre un conjunto de circunstancias que de otro modo serían inexplicables.
La pasada pandemia fue un auténtico hervidero de ellas. A pesar de todo, reconozco que Miguel Bosé me parecía enternecedor en sus vídeos conspiranoicos sobre el virus… por los cuales debió recibir un auténtico aluvión de críticas e insultos. Preguntado sobre todo ello, él se limitó a defender su libertad de expresión. Bueno, al menos en esto último, creo que tiene razón.
¿Cómo pudieron tres jóvenes e inexpertos terroristas vascos asesinar a Carrero Blanco de una forma tan profesional, exacta y espectacular? ¿Quién sale ganando si el mundo entero se paraliza debido a un virus? ¿Por qué nuestros vuelos se cancelan cuando otros no? Necesitamos alguna forma de organizar los sobresaltos, los acontecimientos aleatorios y la naturaleza impredecible de nuestras vidas.
No recuerdo haber realizado nunca un “estudio de clima” en una empresa sin que alguien, en algún lugar, afirmara que había códigos ocultos que identificarían al encuestado para que la empresa pudiera tomar represalias si fuera necesario. Antes solía explicar tediosamente por qué eso sería perjudicial para la empresa y para mí. Ahora simplemente les digo que pienses lo que quieran. (Cuanto más esfuerzo dedicas a intentar explicar, más calcificada se vuelve su creencia en una conspiración).
Tampoco es sencillo en muchas ocasiones hacer entender a los empresarios que el compromiso de sus empleados, que redundará en una mayor rentabilidad de la organización, debe empezar por cubrir sus necesidades básicas de salarios dignos, horarios predecibles, seguridad o flexibilidad cuando sea necesario. De la misma forma que siempre hay empleados que intentan descubrir dónde está el “gato encerrado” de una mejor planificación del trabajo o de sus vacaciones.
El principio de que la gente quiere ser feliz y hacer bien su trabajo hasta que no se demuestre lo contrario, no es fácil de aceptar. Y que todos viajamos en un mismo barco que debe navegar coordinadamente y con un objetivo común, tampoco.
Una conspiración implica que hay algún agente o planificador inteligente en funcionamiento que puede explicar lo inexplicable, ya que es inexplicable que un empresario quiera lo mejor para sus trabajadores porque eso redundará en beneficio del proyecto, o que los empleados no se desmandarán si no se les controla férreamente. Por eso el hombre nunca puso un pie en la luna, sino que fue el gobierno americano quien nos engañó a todo con fotos trucadas y efectos especiales… de los de 1969.
Los acontecimientos aleatorios no son más que acontecimientos aleatorios, las creencias férreamente asentadas también pueden evolucionar e incluso hay opciones razonables que demuestran que el “siempre se ha hecho así” no es, necesariamente, lo mejor. Simplemente.
Pero parece que tenemos la necesidad de tratar de explicar por qué las cosas ocurren, cuándo ocurren y dónde ocurren, y ante esa necesidad preferimos crear esquemas e intenciones ocultas antes que quedarnos sin una respuesta que satisfaga nuestras creencias inmutables.
Pero la vida no es una conspiración. La vida es lo que cada uno decidimos hacer con ella.
“Una conspiración habla más fuerte que las palabras.” – John Lennon.
“La facilidad mental para detectar conspiraciones y traiciones es el mismo dote que corroe el juicio natural.” – De la película El Buen Pastor.
“Junta de lobos, muerte de ovejas.” – Refranero.