Seamos conscientes.
En nuestro sector agroalimentario NO nos compran productos o servicios.
Ellos compran el VALOR que representan… para ELLOS.
Para empezar, “Todo necio confunde valor y precio” (Baltasar Gracián, s. XVII)
Los productos/servicios/información no tienen “valor” en sí mismos. Más que hablar de “valor de algo” debemos hablar de “valor para alguien”.
En el caso de una empresa, ese “alguien” es el llamado “cliente”, que es quien atribuye el valor a algo y paga por ello.
Un producto agroalimentario sirve para nutrir, desde luego. Pero estarás de acuerdo conmigo en que, hoy en día, ese “valor” ya no es, ni mucho menos, suficiente.
El Valor representa:
Utilidad
Necesidad
Deseo
Problema
Estatus
Rentabilidad
Placer
………..
Los clientes no compran cebollas, chorizos, croquetas o platos preparados. Compran alguna (o varias) de las cosas que representan Valor.
Y entonces, ¿por qué nos empeñamos en venderles productos (tomates, conservas de pescado o guisantes congelados)?
Si hacemos, eso significa que ofrecemos lo mismo que nuestros competidores y la única forma de que nos compren es bajando el precio.
¿Por qué no te centras (o mejor, os centráis TODOS) en descubrir el valor superior que puedes añadir a tu producto/servicio/información al cliente… y cobras por la diferencia?
Aunque antes, claro, tendrás que averiguar QUIÉN es tu Cliente(s), que es quien decidirá si eso que ofreces le aporta algún valor A ÉL.
Y si tu respuesta es “los consumidores”, seguirás sin salir del bucle en el que te encuentras.