Por José María Garrido

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Con mi suscripción a Expansión suelo recibir varias newsletters diarias de noticias, de entre las cuales reconozco que la que más me interesa es la llamada “Lo mejor del Financial Times” (fundamentalmente porque no repite los artículos de la edición de papel de Expansión).

Recientemente venía un artículo sobre la necesidad de mantener contentos a los empleados… ¡incluso hasta el punto de violar su privacidad para asegurarse de que estén felices! (te aseguro que no me lo estoy inventando).

Desde luego, no es frecuente ver clientes felices de empresas cuyos empleados no lo estén, por muy innovador, moderno y “tecnológico” que sea el proyecto.

Pero yo creo que tener empleados “felices” no es un objetivo estratégico crítico; lo que sí necesitamos es tener empleados comprometidos, que no es exactamente o mismo.

De hecho, siempre he defendido la tensión creativa y el conflicto saludable, así como el debate y desacuerdo abierto.

Cuando mi empresa Vega Mayor fue adquirida por Florette (2001), un consultor externo nos impartió unas sesiones sobre “cultura francesa” en las que, entre otras cosas, se nos decía que “a un jefe francés nunca se le debe llevar la contraria en público”. Reconozco que este era un aspecto contrario a nuestra propia cultura empresarial de navarros, en la que uno de nuestros valores eras “guerras calientes (discusión franca y transparente de los distintos puntos de vista) y no guerras frías (cuchillos volando por los pasillos)”.

Así que, cuando yo asistía a las reuniones “del Grupo” (con personas de diferentes países), me parecía poco útil y más bien ridículo que se plantearan una larga secuencia de “pre-reuniones” antes de la reunión importante definitiva para garantizar que nadie estuviera en desacuerdo durante el “Big Show”. Reconozco que mi particular punto de vista me generó más de un problema entre los franceses, que no en vano dicen que son los inventores de la diplomacia.

Si estás en desacuerdo con las posiciones de otros basándote en ejemplos, hechos y datos, y te abstienes de poner en práctica ataques personales, creo que todos nos beneficiamos. Incluso, cuando después de mi planteamiento de un nuevo proyecto con un cliente éste no plantea preguntas u objeciones, creo que tenemos un problema importante. Las objeciones e incluso el escepticismo son signos de interés. El silencio y el acuerdo pasivo son muestras de apatía o de miedo a hablar. Los inconformistas, e incluso los rebeldes, son bienvenidos porque generan debate y riqueza.

Si no estás de acuerdo con mis planteamientos, estoy seguro de que me enviarás un correo antes del martes.

Esa es la razón por la que lees “el café” cada lunes, y es la razón por la que yo lo escribo.

 

“El comienzo del pensamiento está en el desacuerdo, no sólo con los demás, sino también con nosotros mismos.” – Eric Hoffer.

José María Garrido es profesional agroalimentario, consultor y docente. Después de trabajar 24 años como directivo, en la actualidad ayuda al empresario a aumentar el rendimiento consistente de su organización. Leer más...

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