Por José María Garrido

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Hace unas semanas me encontraba compartiendo mesa y mantel con un antiguo compañero de trabajo, cuando durante la conversación me preguntó sobre cómo definiría yo la “confianza”. Le dije que las personas que confiaban entre sí compartían vulnerabilidades, se sentían seguras para criticarse y cuestionarse mutuamente, y eran francos unos con otros sin reservas.

«Bueno, eso son comportamientos y manifestaciones», estuvo de acuerdo, «pero ¿qué es realmente la confianza?»

Buena pregunta. Y después de reflexionarlo debidamente, llegué a la conclusión de que la confianza es, en realidad, la convicción que subyace en cualquier relación de que la otra persona tiene en mente tus propios intereses. Por eso podemos aceptar críticas adversas e incluso enfado de aquellos en quienes confiamos: sabemos, en el fondo, que sólo están tratando de ayudarnos.

La confianza es una cualidad interesante porque, según mi experiencia, si bien es difícil ganarla, es aún más difícil recuperarla si se ganó y se perdió. Muchas relaciones han dado su último aliento con las palabras: “Simplemente ya no confío en ti”.

En el mejor de los casos, la ausencia de confianza crea indiferencia, pero en el peor, ese vacío también suele ser llenado por el cinismo (“actuar con falsedad o desvergüenza descaradas”), que es lo opuesto a la confianza. Y la confianza fuera de lugar suele ser catastrófica, ya sea en la tragedia del Titanic o cuando un amigo te abandona a tu suerte.

Nos volvemos cínicos con el gobierno, con nuestras fuentes de noticias, con nuestra familia o con nuestros amigos cuando ya no creemos que sus acciones (de manera continua) estén realmente destinadas a apoyar nuestros mejores intereses. Y es irónico que el “amor crudo” y las críticas fuertes puedan ser a menudo más una señal de respeto y apoyo (y, por tanto, de confianza) que el seguidismo, la adulación, el apoyo incondicional o la adhesión ciega.

Al principio de una relación, un joven suele tratar de obtener ventajas frente a su pareja preguntándole: “¿No confías en mí?”, cuando en realidad, está preguntando: “¿Por qué no te rindes ante mí?” Esa misma dinámica ocurre en formas más sutiles a lo largo de nuestras vidas. La lealtad incuestionable no es una señal de confianza. Es una señal para evitar el conflicto, incluso si los intereses del otro son sacrificados debido a tu propio silencio y obediencia.

Aquellos arcaicos votos matrimoniales hablaban de “amar, honrar y obedecer”. Me pregunto, sin embargo, si en cualquier relación no deberíamos preocuparnos más por la confianza y las difíciles situaciones que a menudo exigen los comentarios claros, la comunicación desinhibida, la resistencia justificada e incluso el dolor de la franqueza.

Recuerdo vagamente haber leído en alguna parte que los actos de bondad no están definidos por lo que uno, por cariño, hace hacia otra persona, sino por lo que uno, por mayor cariño, se resiste a hacer.

Al introducir la frase “En quién confías” en el buscador aparece toda una pléyade de vídeos, imágenes y posts motivacionales. Pero ésta debería ser la pregunta a utilizar para determinar con qué nivel de seriedad aceptamos los comentarios de los demás, cuánta comodidad sentimos al responder a la amabilidad y con qué proactividad aportamos ayuda y consuelo.

No veo cómo podemos ir por la vida, crecer y ser más prósperos sin relaciones de confianza mutua que podamos reconocer como tales. Y si esa confianza no existe dentro de nuestras propias familias y círculos íntimos, todos somos más pobres por ello.

Y tú, ¿en quién confías?

 

“Es imposible ir por la vida sin confiar en nadie; es como estar preso en la peor de las celdas: uno mismo.” – Graham Green.

“No me molesta que me hayas mentido; me molesta que a partir de ahora no pueda creerte.” – Friedrich Nietzsche.

“Se necesitan 20 años para construir una reputación y cinco minutos para arruinarla.” – Warren Buffett.

José María Garrido es profesional agroalimentario, consultor y docente. Después de trabajar 24 años como directivo, en la actualidad ayuda al empresario a aumentar el rendimiento consistente de su organización. Leer más...

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