quimica

Por José María Garrido

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Leía esta semana el último post de mi admirado Andrés Pérez Ortega titulado “La Marca Personal es una cuestión de química”.

En él habla de la necesidad de que, además de que para que te conozcan y te reconozcan debes tratar de ser el mejor en lo tuyo, es imprescindible generar sintonía y transmitir que “eres uno de los nuestros” mediante el establecimiento de un vínculo emocional con tu audiencia.

Dice Andrés con su buen tino habitual que “una de las mejores formas de sintonizar con alguien es comunicando y defendiendo tus valores, aquello que consideras importante. Lo que ocurre es que en el momento en que lo haces habrá quienes también los compartan y estén contigo pero también habrá otros que “desconectarán” de ti porque no eres uno de los suyos. Aquí ocurre como con el debate entre ser generalistas o especialistas. Puedes pensar que es mejor tratar de contentar a todo el mundo, pero al final, mantenerte en un territorio neutro no engancha a nadie”.

Y el corolario: “Por lo tanto, ya no basta con ser bueno y parecerlo. Ahora, si quieres que te escojan, además de que te crean debes conseguir que te quieran, además de física, debe haber química”.

 

Cuando estaba centrado en el diseño de mi proyecto Fresh Mentoring dediqué mucho tiempo a la reflexión. A la hora de definir mi nicho de mercado utilicé el acrónimo G.E.L. (Grow, Expertise, Love). Se trata de que te dirijas a un territorio que esté en crecimiento, con buena salud, en el cual tengas experiencia y en una temática que te apasione.

En mi caso, pues, la cosa parecía bastante clara. Había dedicado 24 años de mi vida al sector agroalimentario; había atravesado todas las etapas de la vida de una empresa, empezando por la concreción de la idea en un proyecto de empresa incipiente, y pasando por el desarrollo y la creación de una categoría en el mercado, la incorporación a una multinacional o el desarrollo de una actividad multi-fábrica. Había asumido diferentes responsabilidades operativas que, además, fueron sumándose unas a otras: la dirección de la gestión de la Calidad y la Seguridad Alimentaria, de la Seguridad y Salud Laboral o de la Medioambiental; la dirección del Desarrollo de Nuevos Productos, la coordinación de la Responsabilidad Social Empresarial o el desarrollo de políticas y estrategias de Recursos Humanos.

Todo ese camino, apasionante ya de por sí, había sido hecho formando parte de la Dirección, enfrentándome junto a mis compañeros a las incertidumbres, las vicisitudes y las tomas de decisiones clave en un proceso evolutivo. Desarrollamos nuevos proyectos empresariales, adoptamos cambios de paradigma en la gestión, vivimos la experiencia de fusiones y adquisiciones, de absorber y de ser absorbidos, de la necesidad de transformar culturas o de adaptarnos nosotros mismos a otras nuevas. Y todo ello, al lado del empresario o del Director General, acompañándole, apoyándole y formando con él un auténtico equipo.

Así pues, Fresh Mentoring nacía con unos objetivos y una estrategia clara:

  • el sector agroalimentario como terreno de juego;
  • las pequeñas y medianas empresas (< 500 empleados) independientes como nicho de mercado;
  • el empresario como cliente, facilitándole una gestión tranquila y la mejora de su calidad de vida mediante la acción para desarrollar su organización y orientarla hacia el futuro.

 

Pero el camino transcurrido desde entonces ha ido perfilando todavía más el foco del proyecto Fresh Mentoring, y eso se ha producido como consecuencia de haber apelado a mis valores, dejar fluir las emociones y, en definitiva, escuchar mi corazón. Algo que, por otra parte, creo que es lo que he hecho siempre.

Cuando he tenido ocasión me he reconocido a mi mismo como “muy afortunado” profesionalmente. Esta afirmación se basa, desde luego, en la progresión y el crecimiento de mi carrera profesional, en el aprendizaje continuo de la realidad empresarial, y en la gran oportunidad de desarrollar actividades muy diversas con altos grados de libertad. Pero creo que el valor principal de mi “fortuna” está en haber podido trabajar cada día con una ilusión, un compromiso, una fuerza y una entrega total, sin límites. Los diferentes proyectos empresariales en los que he participado han tenido en común el haberme ofrecido objetivos, ambiciones, problemas y retos en los que volcar toda mi energía, mis aspiraciones y mis propias metas profesionales. Han sido proyectos orientados al Valor, con visiones ambiciosas, amplias, retadoras; con intenciones de transformar entornos, asumiendo riesgos, con culturas centradas en el respeto por el producto, y en la confianza y el desarrollo de las personas. Todo ello me ha dado la oportunidad de aportar mi compromiso, mi inteligencia y mi emoción (e-motion, energía en movimiento) al proyecto de empresa correspondiente.

Soy consciente de estar afirmando algo que es inusual y muy poco frecuente sobre todo cuando hablamos de tantos años consecutivos, y es ahí donde radica la pertinencia del término “afortunado”.

 

Porque en el momento en el que sentí que todo eso ya no era posible, me eché a un lado y decidí construir mi propio camino.

 

Y, ¿cómo liga todo esto con eso de “perfilar más el foco de Fresh Mentoring”, un proyecto profesional centrado en el empresario como cliente?

Ya me has oído (o mejor leído) decir que la voluntad, el coraje y el compromiso personal son las características esenciales del empresario, lo que lo definen como tal y lo que éste aporta genuinamente al proyecto de empresa.

Son asuntos que se sitúan en el plano de lo emocional (aunque acompañados de lo racional en lo económico). Están ligados a su ambición, a su empeño por el logro, a su deseo de ser. Y todo ello es el reflejo de su personalidad más profunda:

  • de su actitud ante la vida
  • de sus ambiciones
  • de sus debilidades, temores e incertidumbres

Pero todo esto tiene niveles, diferentes intensidades cuando hablas, tratas y conoces a diferentes empresarios del sector agroalimentario. He podido comprobar que esas características, cuando aparecen en su máxima expresión, van ligadas a personalidades con gran iniciativa emprendedora, y enlazadas también a una fuerte orientación hacia la innovación, el riesgo y la búsqueda del Valor (…y no del Beneficio como premisa constante e innegociable).

Y la cuestión aquí es, ¿dónde están, con más frecuencia, todas esas características? En la empresa de origen familiar, en el proyecto surgido de la fuerza de un empresario auténtico, en la piel del dirigente que se juega su propio dinero o de sus allegados, que es emprendedor con todas las letras. Y también en sus sucesores, cuando heredan actitud y condiciones de empresario.

Y entonces, ¿dónde no las encuentro? Muy sencillo: en los gestores/gerentes profesionales.

Es en la empresa de origen familiar donde encuentro la mayor conexión entre mis valores y los de mi cliente

Lo siento, pero no comparto en absoluto la recomendación, habitualmente repetida, de contratar a un gerente externo como axioma para solucionar las necesidades de profesionalización de la gestión de todas las empresas familiares: es como quitarle el alma al proyecto. ¿No decimos a diestro y siniestro (incluido el director de RRHH de Google, por ejemplo) que lo importante es la actitud, y que las habilidades se aprenden? Pues eso.

Sustituir al empresario por un gerente externo es como quitarle el alma al proyecto

 

Esa ha sido la consecuencia principal de mi interacciones e intercambios con mi mercado potencial, y de ahí han venido mis decisiones: dirigirme al empresario que controla con la cabeza, pero que impulsa con el corazón.

Es con él con quien realmente encuentro química.

¡Muchas gracias por haberme permitido visualizarlo, Andrés Pérez Ortega!

José María Garrido es profesional agroalimentario, consultor y docente. Después de trabajar 24 años como directivo, en la actualidad ayuda al empresario a aumentar el rendimiento consistente de su organización. Leer más...

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